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Nos estresamos porque hemos vuelto necesarias cosas que no lo son

Todos sufrimos estrés y eso no tiene porqué ser malo. El estrés no es otra cosa que una respuesta adaptativa necesaria para la supervivencia de las especies, algo que siempre ha existido y que tiene una doble cara: nos puede llegar a ser de gran utilidad pero que también nos puede destroza la vida.

El médico colombiano Santiago Rojas, cree que el estrés es un gran incomprendido porque nos hemos quedado sólo con su faceta más negativa (el distrés), y no con su cara positiva (el eustrés). Es por ello que acaba de publicar el libro Desestrésate , con claves para liberar tensión que nos ayude a mejorar nuestra vida y que pasan por hacernos ver que las sociedades más adelantadas han generado unas expectativas altas que convierten lo útil en indispensable, algo que nos acaba estresando, tensionando y, que en ocasiones, nos puede hace enfermar.

Rojas sostiene que “el éxito de todo el proceso fundamental del ser humano es aprender a ser agradecido. Es en el gozo donde nosotros estamos en bienestar, y el gozo nace del agradecimiento”. Por ello, nos invita a valorar las cosas en el momento en el que estén sucediendo, y no cuando ya hayan pasado.

-Hay investigadores que definen el estrés como el mal de los tiempos modernos. ¿Antes no existía el estrés, o es que no se había estudiado tan a fondo como ahora?
-La palabra estrés se empezó a acuñar en el siglo XIV a partir de la palabra de origen griego stringere, que significa “provocar tensión”. Sin embargo, no es hasta la mitad del siglo pasado cuando Hans Selye, que lo estudió con profundidad, enmarcó los molestos síntomas físicos y psíquicos que se presentan ante diversas situaciones generadoras de tensión dentro de lo que llamó el síndrome general de adaptación. El estrés es una respuesta adaptativa necesaria para la supervivencia de todas las especies, y ha existido siempre.

-Lo que no sé si ha existido siempre es la concepción de que hay un tipo de estrés bueno y otro malo…

-El mismo Selye ya lo dijo el siglo pasado, pero a la humanidad se le olvidó y lo relaciona sólo con su vertiente mala. Selye dejó claro que el estrés es esa adaptación que tenemos las especies y que podemos hacer de una manera favorable, sacando provecho de la experiencia, o de una manera desfavorable, sufriendo tensión y llegando al agotamiento y a la enfermedad.

-¿Por qué la humanidad se ha quedado sólo con esta última descripción?
-Pasa con muchas cosas en la vida, siempre solemos quedarnos con lo malo. Por ejemplo, con el colesterol. Decimos que “el colesterol es malo”. Resulta que el colesterol tiene una faceta que nos previene de las enfermedades del corazón. Desde hace 30 años, la gente sólo relaciona el colesterol con algo malo, y no pensamos que también puede ser necesario para nuestra supervivencia. Sin embargo, el exceso de un tipo de colesterol nos afecta a la circulación. Lo mismo pasa con el estrés, tiene una parte que reconocemos como negativa porque nos tensiona y nos hace un daño fisiológico y social, pero tiene una faceta necesaria e ideal.

-¿Es por esto que en su libro asegura que el estrés es un gran incomprendido?
-Es un gran incomprendido porque no hemos podido desarrollar su faceta positiva. No hemos podido encontrar el bienestar del gozo.

-¿Por qué motivo el estrés ocurre de una forma o de otra?
-Porque el estrés es la forma como nosotros nos adaptamos a los cambios que ocurren en la estabilidad. Si nos adaptamos correctamente, estamos en equilibrio, si nos desadaptamos es cuando entramos en tensión. Y eso tiene que ver con cómo valoramos las pérdidas de lo que teníamos antes.

-¿Por qué las personas reaccionamos de forma muy distinta ante la misma situación?
-Porque el estrés es una percepción, depende de la valoración que yo haga de ese cambio que tengo frente a las circunstancias. Esto me permite vivirlo de una forma productiva, constructiva y útil para mi supervivencia, o de una forma destructiva, conflictiva y destructiva para ella.

-Conceptualmente, ¿qué diferencia el eustrés del distrés?
-Bioquímicamente, el eustrés es una liberación de tres sustancias en equilibrio a nuestro cerebro: dopamina, serotonina y noradrenalina; mientras que el distrés supone una liberación de cortisona, que no nos produce nada. Cuando uno tiene eustrés, sale fortalecido: sufrimos durante el partido de fútbol pero ganamos, trabajé duro para conseguir algo, pero lo logré; es decir, nos da una satisfacción que minimiza todo lo que ocurrió. El distrés nos lleva al agotamiento, a la sensación de fracaso e impotencia. Y finalmente, el eustrés hace que disfrutemos y que validemos la experiencia como provechosa, mientras que el distrés aparece cuando hacemos algo por obligación, que nos provoca tensión y hace que sintamos esa vivencia como inadecuada. La forma en qué vivo la valoración de lo que está ocurriendo es lo que me generará un tipo de estrés u otro. No podemos acabar con el distrés, pero podemos fortalecer el eustrés minimizando el distrés.

-¿Podemos pasar de un estado de distrés a uno de eustrés?
-Sí, y de forma instantánea. Para ello hay que cambiar la perspectiva de las cosas. No podemos cambiar la realidad, pero sí la forma como la vemos.

-¿Cuándo se produce el distrés más grande en la sociedad?
-Cuando lo que era innecesario se vuelve necesario. El organismo se prepara para la lucha y la supervivencia y te dice “necesito llegar al trabajo rápido”. Cuando el cuerpo recibe ese “necesito” se prepara para luchar, el corazón late más rápido, las pupilas se agrandan para ver mejor y el sistema cerebral empieza a trabajar a gran velocidad. Y todo eso, durante unos dos, tres, o cuatro minutos, es fundamental. Pero si yo no soy capaz de vivir adecuadamente el estrés y no entiendo que son necesidades transitorias de supervivencia y las mantengo de forma permanente, mi sistema se agota y yo puedo contraer una enfermedad.

-Llama la atención que en sociedades que no están tan avanzadas como la nuestra no haya tantos episodios de estrés como los que vivimos aquí.
-Es porque hemos vuelto necesario lo que no lo es. Tenemos necesidades de consumo, de apariencia, de logros individuales, de competencia o de metas empresariales y económicas. En las sociedades donde no existen esas expectativas no hay tanta tensión y tienen menos estrés. Nuestra sociedad ha puesto unas expectativas que vuelven necesarias cosas que no lo son. Hemos optado por más logros y metas, y menos por disfrute. Las sociedades que tienen más disfrute y menos necesidades inalcanzables viven mejor. El que más goza es el que tiene gustos más simples. Si tenemos gustos menos simples nuestro estrés será más alto.

-¿Cree que iremos a más?
-Sin duda, hasta que nos rompamos. En la vida, todo son ciclos, y lo vimos con el tema de la burbuja económica que vivió España. La clave del estrés es aprender a adaptarse a la condiciones y valorar los cambios de una manera más favorable. Hay que entender que tenemos pérdidas y adaptarse adecuadamente al cambio. Cuando nos adaptamos, vivimos con menos tensión, y eso lo vemos porque hay gente que es feliz a pesar de tener una gran cantidad de dificultades.

-¿Esta adaptación es lo que usted define en su libre como integración?
-La diferencia es que la adaptación es biológica, mientras que la integración es decidida. La adaptación ocurre de una forma natural, me adapto a esta silla porque me puedo sentar así, pero me integro cuando soy uno con eso. Integrarse es un proceso decidido por la razón y por nuestro cerebro, que decide estar ahí a pesar de las condiciones.

-Puedo entender que nos estresen los grandes cambios, especialmente al principio. Pero somos muchos los que estamos estresados en nuestro día a día sin, a priori, grandes cambios a la vista…
-No somos capaces de diferenciar lo útil de lo indispensable, y eso nos estresa. Solamente hay cosas indispensables para nuestra supervivencia, pero no para la vida. Esa es una clave esencial. El problema es cuando transformamos cosas útiles en indispensables. Estás utilizando una grabadora para esta entrevista, y es algo útil, pero no indispensable.

-¡Muy útil! Créame.
-Sí, lo entiendo. Todo lo que existe en el mundo puede ser útil y yo puedo ser útil para la vida de mi esposa, de mis hijos, de mi familia. Cuando cambio ese concepto de útil por indispensable es cuando entro en distrés, porque lo vuelvo necesario para la supervivencia y para mi cuerpo. Yo no digo que no se utilicen algunas cosas, siempre y cuando no se vuelvan indispensables para tu bienestar.

-¿Cree que estamos excesivamente acomodados?
-Sí, porque hemos decidido volver indispensables para nuestro bienestar cosas que no lo son. Y luego hay otro tema.

-No se corte.
-El control. Cuando quieras tener control sobre todas las cosas que ocurren fuera, vas a tener siempre tensión. Uno se estresa porque Messi no patea bien porque quiere controlarlo desde fuera de la pantalla. Queremos controlar a los demás y por eso nos estresan los hijos, la pareja o el mundo.

-¿Cuáles son los principales agentes estresores en nuestra vida cotidiana?
-El agente estresor viene siempre por la incapacidad de adaptarse a los cambios. Puede ser el clima, que la pareja nos habla diferente, los cambios en los hijos, etc. Y luego está la valoración que uno le da a todas las pérdidas que tenga en la vida. Como hecho fundamental, te diría que es importante que se pueda ver las cosas por el gusto de hacerlas y no por la obligación. En la vida hay que tomar decisiones de manera permanente y una de las condiciones que nos genera ese distrés es que no tomamos decisiones por gusto y nos sentimos siempre obligados. Esa obligatoriedad genera un mecanismo de liberación de cortisol y de distrés. En cambio, el “quiero hacer esto”, genera liberación de dopamina. Y si se tiene una dificultad debe ponerse un poco del “quiero” dentro de ese “me toca”. Porque ese “me toca” también va a ser permanente en la vida.

-¿Los constantes avances tecnológicos nos están haciendo más fácil la vida, o nos estresan más?
-Volvemos a lo mismo. El punto fundamental es la utilidad frente a la indispensabilidad. Ahora en el ordenador necesitamos tener de todo, y las empresas obligan cada vez más a la gente a que tengan más cosas en menos tiempo. Parece que El iPhone 4 ahora ya no sirva para nada, tienes que comprarte el iPhone 5. Eso es generar una indispensabilidad que es mentira. El iPhone 1 sirve exactamente igual que el último para cumplir las necesidades de comunicación.

-Pienso, ahora, en la gente que está sufriendo la dura realidad de la crisis económica. Sin trabajo, con una hipoteca o sin recursos. Entiendo que sus “quiero” son ahora “debo” impulsados por una necesidad cada vez más latente. ¿Cómo debemos gestionar el estrés en estos casos?
-Ahí entraría lo que son los sistemas de adaptación del estrés y la búsqueda de mecanismos de soporte: recurrir a amigos, a bancos o a lo que sea. La crisis es mi sistema estresor, mi incapacidad de adaptarme a mi nueva realidad y modificar mis expectativas. Eso no quiere decir que acabe con mis sueños, simplemente los modifico por una necesidad. Tengo que aprender que en el camino hay muchas paradas técnicas que tengo que hacer. Hay que validar la crisis como una parada técnica en un momento de recogimiento y de valoración.

-En España se está alargando mucho esa parada técnica. ¿Esto no acaba por desesperar a las personas?
-Todos los países hemos vivido crisis, y no competiremos por ver quién ha sufrido más. La dualidad entre el ser víctima o victimario es lo que lleva a que las crisis se perpetúen en cualquier lugar. El estado de la víctima es el de “el mundo contra mí y el mundo seguirá contra mí”, y el del victimario, “como a mí me ha pasado esto, voy a destruirlo todo”. Ahí entra la actitud de la persona: ¿Qué provecho puedo sacar yo? Y de ahí es donde salen los grandes descubrimientos de la humanidad. Si no soy víctima ni victimario empiezo a ser lo que se llama el observador consciente, y desde la oportunidad genero agradecimiento. Las crisis están hechas para que la gente cambie o mejore, pero no para que se perpetúe.

-Nuestros padres no nos hablan del estrés, la escuela tampoco. ¿Quién nos debería enseñar a gestionarlo?
-Desafortunadamente, el estrés parte del desconocimiento del funcionamiento natural del organismo. La sociedad nos lleva a hacer cosas que van en contra de eso: dormir menos, trabajar más, generar necesidades absurdas. Y el organismo vive con cosas muy simples. La gran enseñanza de esto es ir a lo sencillo, a los gustos simples. El animal no necesita lujos ni muchas cosas para estar en equilibrio. Los gozos más infinitos están en el cuerpo: dormir, cosas sencillas, la mirada, la ternura, el cariño. Y esas cosas sencillas son las que necesitamos en la vida para estar en equilibrio. Eso es lo que nosotros deberíamos volver a validar. ¿No nos lo han enseñado? Aprendámoslo. No suframos la crisis, simplemente aprendamos de ella.

https://www.lavanguardia.com/vida/20121016/54353077535/estresamos-vuleto-necesarias-cosas-no-son.html

L’home a la recerca de sentit

El qui al camp de concentració ja no és capaç de creure en el futur, en el seu futur, està perdut


Viktor E. Frankl

«No es tracta del sofriment i la mort dels grans herois i màrtirs, sinó més aviat de les “petites” víctimes i de la “petita” mort d’una gran massa de gent.» El psiquiatre Viktor E. Frankl (nascut a Viena el 26 de març del 1905 i mort al mateix lloc el 2 de setembre del 1997), del 1942 al 1945 va patir la duresa inhumana dels camps de concentració. El recordem escoltant-ne una entrevista i llegint un recull de 14 fragments del seu llibre L’home a la recerca de sentit que, amb una lucidesa extraordinària, no només analitza aquella brutalitat, sinó que reflexiona per quin motiu, malgrat el pitjor dels inferns, val la pena viure.

1. Mentre estem esperant a les dutxes, experimentem de debò la nuesa: ara ja no tenim veritablement res tret d’aquest nostre cos nu (després d’haver-ne arrencat els pèls), ja no posseïm res més tret de la nostra nua existència. ¿Què n’ha quedat, dels vincles externs amb la nostra vida anterior? A mi, per exemple, les ulleres i el cinturó, que naturalment més endavant hauré de bescanviar per un bocí de pa.

2. ¿Què és el que més somia l’intern d’un camp de concentració? Somia pa, pastissos, cigarretes i una bona banyera d’aigua calenta. La no-satisfacció de les corresponents necessitats més primitives fa que el pres les satisfaci en les il·lusions primitives.

3. És possible que, a pesar de la seva disposició d’esperit relativament feble, les persones sensibles i acostumades de sempre a una vida intel·lectualment intensa per aquesta mateixa raó visquin dolorosament la continuació externa de la vida al camp, i que, en canvi, la visquin menys destructivament amb relació al seu ésser intel·lectual. Són persones a les quals resta oberta la possibilitat d’aïllar-se d’aquell ambient horrorós i retornar a un món intel·lectualment lliure i interiorment ric. Només d’aquesta manera es pot entendre que de vegades les constitucions més delicades puguin, paradoxalment, sobreviure a la vida al camp de concentració millor que no pas les naturaleses més robustes.

4. L’amor és en certa forma la darrera meta i la més elevada a la qual l’ésser humà és capaç de llançar-se. […] L’home, quan ja no li queda res en aquest món, pot ser feliç —encara que només sigui uns instants— lliurant-se en el més íntim del seu ésser a la imatge de la persona estimada. En la situació més desolada que ens puguem imaginar, en una situació en què l’ésser humà no es pot realitzar fent res de productiu, en una situació en què l’única cosa de profit que fa és un autèntic sofriment, un sofriment íntegre, en una situació com aquesta l’ésser humà és capaç de sentir-se sadollat mirant amorosament, contemplant, la imatge mental de l’ésser estimat que du amb ell.

5. La major part dels presos estan, comprensiblement, turmentats per una mena de complex d’inferioritat. Tots nosaltres hem pensat que érem algú. Ara i aquí, però, són literalment tractats com si no fossin ningú.

6. Si la vida té algun sentit, llavors també ha de tenir sentit el sofriment. I és que en certa manera el sofriment forma part de la vida, igual que el destí i la mort.

7. Mentre que els neguits de la majoria es relacionen amb la pregunta: «¿Sobreviurem al camp de concentració?» (altrament tots aquests sofriments no tenen aleshores cap sentit), la pregunta que em turmentava a mi era ben diferent: «¿Té algun sentit tot aquest sofriment, aquesta mort al voltant nostre?». Perquè, fet i fet, si no fos així, aleshores sobreviure al camp de concentració tampoc no tindria gens de sentit.

8. La manera com una persona assumeix el seu ineluctable destí i, amb ell, el sofriment imposat, deixa oberta la porta a un reguitzell de possibilitats a l’hora de modelar una vida plena de sentit, fins i tot en les circumstàncies més difícils i fins als darrers minuts de la seva vida. […] L’ésser humà interiorment pot ser més fort que el seu destí extern, i no tan sols al camp de concentració.

9. El qui al camp de concentració ja no és capaç de creure en el futur, en el seu futur, està perdut. En perdre el futur, perd el suport espiritual, s’abandona interiorment i es lliura a la ruïna tant físicament com mentalment.

10. Hem d’aprendre i hem d’ensenyar a les persones desesperades que el sentit de la vida de fet en cap cas no depèn d’allò que encara esperem de la vida, sinó més aviat, i de manera exclusiva, d’allò que la vida espera de nosaltres! […] Al capdavall, viure no vol dir altra cosa que assumir la responsabilitat de respondre el que cal a les preguntes sobre la vida, la responsabilitat d’acomplir les obligacions que la vida adjudica a cadascun de nosaltres, la responsabilitat de satisfer les exigències del moment.

11. Quan algú s’havia intentat suïcidar, s’aplicava l’ordre estricta de no salvar-lo. En aquest sentit existia, per exemple, la prohibició oficial de «tallar» la corda dels companys que havien intentat penjar-se. Raó de més perquè veiéssim, naturalment, la necessitat d’adoptar mesures preventives. […] Es tractava de dos homes que en les seves converses havien manifestat la intenció de suïcidar-se. Tots dos adduïen d’aquella manera tan característica que «ja no esperaven res de la vida».

12. Però en tots dos casos va ser útil demostrar-los que la vida esperava alguna cosa d’ells, hi havia alguna cosa en aquesta vida, en el futur, que els esperava. En efecte, va resultar que a un d’aquells homes l’esperava una persona: el seu fill, al qual l’unia un amor idolàtric, «esperava» el seu pare a l’estranger. A l’altre, no l’«esperava» cap persona sinó una cosa: la seva obra! Aquell home era un científic que havia publicat una col·lecció no acabada de llibres sobre un determinat tema que esperava ser completada. Era un home insubstituïble i imprescindible en el cas d’aquella obra.

13. ¿Com és possible que unes persones de carn i ossos puguin fer a altres persones el que aquestes asseguren que els van fer? […] Primer, que entre els vigilants del camp n’hi havia que eren uns sàdics acarnissats, entès això en un sentit estrictament clínic. En segon lloc, aquests sàdics se seleccionaven per fer-ne, sempre que podien, un escamot de vigilants estrictes. […] En tercer lloc, cal remarcar que una part considerable dels vigilants senzillament s’havia tornat completament insensible a còpia d’anys d’haver estat testimoni de totes les pràctiques sàdiques, cada vegada més elevades, que es feien al camp.

14. Nosaltres vam conèixer l’home com potser abans no ho havia fet cap altra generació. Però ¿què és l’home? És l’ésser que sempre està decidint què és. És l’ésser que ha inventat la cambra de gas; però també és l’ésser que s’ha dirigit amb fermesa a la cambra de gas amb una pregària als llavis.

Cercle d’influència i cercle de preocupació

Les persones proactives són funcionals i es senten bé mentre que les persones reactives mantenen una actitud de victimització i senten principalment culpa. Conèixer CP i CP ens ajuda a ser proactives.

Cercle d'influència i cercle de preocupació. Els conceptes que canvien la manera de viure.

Aprendre a distingir aquests 2 cercles i a viure allà on tenim influència canvia la vida. Tota ella. Canvia el que fem, com ens sentim, el resultat de les nostres accions, com ens veiem… tot.

Proactives o Reactives

Els conceptes de Cercle d’influència i de preocupació són de Covey. Al seu llibre Els 7 hàbits de la gent altament efectiva distingeix entre les persones proactives que se centren en el que poden fer i les persones reactives que centren la seva energia en coses que no poden, coses fora del seu control.

Les persones proactives tenen actituds funcionals i sentiments associats al benestar mentre que les persones reactives mantenen una actitud de victimització i senten principalment culpa i ràbia.

És per això que conèixer i “dominar” aquests conceptes ens ajuda a canviar-ho tot.

Què són el Cercle d’influència i el Cercle de preocupació?

El model de Covey es basa en la idea que les persones tenim al nostre voltant dos cercles: El cercle d’influència i el cercle de preocupació.

Imatge dels cercles d’influència i preocupació de Covey

El nostre cercle d’influència inclou totes aquelles coses sobre les quals tenim influència i hi podem fer alguna cosa. L’abast d’aquest cercle, evidentment, estarà relacionat amb el nostre poder (si ets la presidenta del país, tens més influència que si ets la directora de l’AMPA d’una escola), però la idea essencial i clau d’aquest concepte és que sigui quin sigui l’abast del nostre CI (Cercle d’influència) sempre hi serà i sempre hi haurà, per tant, quelcom que podem fer per viure/resoldre una situació de la millor manera possible. Actuar de forma funcional.

El cercle d’influència a més es pot dividir en 2 zones

  • zona de control: allò que podem fer directament, com el que diem
  • zona d’influència: allò sobre el que tenim influència i hi podem aportar, però no controlem directament, per tant podem no obtenir resultats (votar per una opció d’organització política, per exemple)

Com podem connectar amb el cercle d’influència? Doncs preguntant-nos el següent: Què està a les meves mans en aquesta situació? Que puc fer-hi jo?

El nostre cercle de preocupació inclou totes aquelles coses que ens preocupen i que afecten la nostra vida (per tant desitgem que siguin d’una determinada manera) però sobre les quals no tenim influència. L’exemple que sempre explico en les sessions individuals i que és claríssim és el temps:

Si volem anar d’excursió, desitjarem que faci un bon dia, però el temps que farà està absolutament fora del nostre cercle d’influència perquè no hi ha res que puguem fer perquè plogui o faci sol.

Altres exemples de coses que estan al cercle de preocupació són: l’escalfament global, l’estat de l’economia, com condueix el cotxe del davant (penya intermitents, que és gratis posar-lo!), les actituds d’altres persones, el que pensen altres persones, el que diuen altres persones… en resum tot el que fan, pensen, senten altres persones està al cercle de preocupació.

Dedicar temps i energia al CP (cercle de preocupació) és una pèrdua de temps i el temps i l’energia un cop gastats no es poden recuperar.

Exemples de Cercles d’influència (control i influència) i preocupació Covey

La clau és centrar l’energia al CI

La clau és centrar l’energia en aquelles coses que podem fer especialment i aportar allà on podem influir, això ens permet fer canvis efectius.
Si ho fem, trobarem que el nostre cercle d’influència comença a augmentar; altres ens veuen llavors com una persona eficaç (bàsicament perquè no estem malgastant el temps i l’energia en allò que no podem fer) i això tindrà implicacions en la manera com ens veiem a nosaltres mateixes, en nostre rendiment, sentiment i evidentment en les actuacions que fem, però sobretot, la clau està en allò que deixarem de fer.

En resum: esdevenim persones proactives i això ho canvia tot.

https://www.adlitteram.blog/cercle-dinfluencia-i-cercle-de-preocupacio-els-concepte-que-canvien-la-manera-de-viure/

crear relaciones más sanas y conscientes: De tóxicas a maestras

Co-crear relaciones conscientes y sanas es posible. Son relaciones sabias y plenas que se generan desde el amor, más allá de los egos, legitimando al otro a partir de la propia auto-legitimación, en la armonía de la libertad para Ser.

Las relaciones interpersonales son lo más significativo para los humanos
Como seres sociales e interdependientes que somos, ha sido a través del vínculo amoroso con un Otro lo que nos ha hecho sobrevivir, ha formado nuestra forma de ver el mundo y nuestra manera de estar en él desde nuestro ego.
Nuestra vida emocional gira entorno a lo relacional.
Qué buscamos en los Otros
En los otros buscamos el amor, la aprobación, el refugio, el reconocimiento, la seguridad, la valoración…, si lo obtenemos nos sentimos bien y felices, pero si nos vemos en el espejo del rechazo, de la incapacidad, de la falta de importancia, de la desaprobación… conectamos con nuestra herida, la herida producida originalmente por este Otro significativo y que llevamos al resto de nuestras relaciones, empezando por la relación con nosotros mismos.
Las relaciones interpersonales son poderosas, no nos dejan indiferentes, porque en ellas proyectamos nuestros deseos, miedos, expectativas, necesidades, ideales, anhelos… dejamos en manos del otro nuestra vulnerabilidad esperando que la cuide, cuando en realidad es nuestra responsabilidad cuidar de ella.

Entramos en luchas de poder, en decepcionar o ser decepcionados, en chantajes emocionales, en idealizaciones, en co-dependencias, en definitiva, en enredos fruto de los egos que, ante el poder concedido al otro, despliega todos sus recursos para obtener de él aquello que necesita.

El poder de la transformación “de tóxicas a maestras”

Y de este modo nos aparecen como relaciones tóxicas, que nos dañan, que tememos, que nos descentran, nos roban la energía o nos desgastan y rompen.

Conscientes de que sólo nosotros mismos podemos hacernos felices, sólo nosotros podemos sanar nuestra herida, sea de muerte/auto-afirmación, de vida/auto-confianza o de amor/auto-estima, aceptándonos aquí y ahora, en cada momento de nuestro proceso de ser, desde la humildad, el amor y la compasión.
Conscientes de nuestra humanidad, de que somos seres limitados y vulnerables que apenas podemos conocer nada y estamos atrapados en nuestras mentes.
Conscientes de nuestra grandeza, del potencial inmenso que puede abrirse ante nosotros cuando reconectamos con nuestro ser esencial y nuestra sabiduría.
Por eso, no existen las relaciones tóxicas, aunque nos puedan resultar tóxicas porque no sabemos aún como manejarlas, en realidad todas las relaciones son maestras, depende de cada uno leer con sabiduría lo que la relación trae como aprendizaje.
Por eso, las relaciones más poderosas, con más potencial para la transformación evolutiva, son aquellas tocan nuestra herida, esas son las que más nos pueden impulsar a crecer, a ser resilientes y como expliqué en el artículo “Ser feliz, un viaje alquímico del ego al ser esencial”, nos confrontan con la responsabilidad para sanar nuestra herida y co-crear relaciones más sanas, vivir en armonía con nosotros mismos, con el otro y con nuestro entorno.

Cómo co-crear relaciones interpersonales más sanas
En primer lugar tomando consciencia de nuestras proyecciones para no dejarnos llevar por ellas y tomar, como decíamos, responsabilidad en gestionarlo, y eso significa, en sanar nuestra herida, la mirada distorsionada y desde la carencia que tenemos de nosotros mismos.
Al mismo tiempo que tomamos consciencia de la autoimagen que necesitamos sostener para no percibirnos desde ahí, es decir, como nos protegemos desde el ego y lo problemático que nos acaba resultando, ser más auténticos.

Te propongo hacer este ejercicio, siguiendo el orden de la numeración de los cuadrantes.

Co-crear relaciones conscientes y sanas ejercicio parte 1

Descubre ahora lo que cada cuadrante representa:

La forma de salir de esta mirada sesgada y conflictiva es siempre desde el amor, mantenernos en contacto con el corazón.
No importa lo mucho que sientas que te haya dañado la vida, no encierres tu sensibilidad, sólo aprende a cuidar de tu niño interior y ámate, transforma tu dolor en plenitud de Ser.

afrontar la ansiedad y el estrés que nos produce la pandemia

Psicólogos y expertos ofrecen consejos para evitar que los períodos de restricciones o el temor a ser contagiado por el virus causen estrés y preocupaciones excesivas que puedan paralizar o aumentar el sufrimiento.

Hallar el equilibro emocional y la serenidad en las relaciones personales es imprescindible para sobreponerse en los momentos de tensión, desánimo o incertidumbre
Hallar el equilibro emocional y la serenidad en las relaciones personales es imprescindible para sobreponerse en los momentos de tensión, desánimo o incertidumbre  (Sònia Pulido)

EN BUSCA DE LA SERENIDAD

La incertidumbre provocada por la pandemia está alumbrando, dicen los expertos, un monstruo con varias cabezas (la salud, el trabajo, los hijos …) que anticipa amenazas reales o imaginarias. ¿Y si pierdo el trabajo?, ¿Y si la covid-19 afecta mi capacidad pulmonar? ¿Y si…? Una situación que motiva que proliferen iniciativas cada vez más efervescentes para mantener la calma. El último grito son los llamados consultores espirituales que comienzan a proliferar en EE.UU. y que mezclan el lenguaje de lo sagrado con el lenguaje de la consultoría de gestión para ofrecer a los teletrabajadores la posibilidad de compartir sus preocupaciones y obtener soporte espiritual.

También se están popularizando calcomanías con la llamada plegaria de la serenidad: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia”. Según parece, su autor, el teólogo Reinhold Niebuhr, escribió el texto en 1943 para combatir la ansiedad que provocaba la II Guerra Mundial.

Un momento convulso

Pero si los consejeros espirituales norteamericanos forman parte de la parafernalia que ha traído la covid-19, es posible que la frase de Niebuhr encierre una enseñanza provechosa. “Estamos en el momento de más ansiedad generalizada de la historia moderna”, aprecia Francesc Miralles, escritor y periodista especializado en psicología, toda vez que autor de libros como Todo saldrá bien (Cúpula).

En opinión de este experto, el deseo insatisfecho de estabilidad y la dificultad de prever futuro está llevando a lo que los budistas denominan “mente de mono”, esto es, a saltar de pensamiento en pensamiento en función de lo que sucede en el exterior y a caer en la terribilitis, el término que usa el psicólogo Rafael Santandreu para nombrar la tendencia a pensar que todo irá a peor. “En cambio, hay culturas que saben que lo bueno y lo malo que sucede es temporal, por lo que perciben el presente como ver pasar nubes sobre un lienzo blanco”, ejemplifica.

Miralles se ha referido en ocasiones al “zen del asfalto” para dar a entender que es en las ciudades donde más falta hace la tranquilidad. “Lo que podría llamarse el zen del asfalto es una invitación a buscar la paz y la lucidez, en medio de una metrópoli ruidosa”, indica. “Las culturas urbanas son más histéricas, porque son culturas de la inmediatez, donde todo es más cuadriculado. En cambio, las culturas tradicionales contemplan el cambio como parte fundamental de la vida, en tanto están acostumbradas a fluir con el clima y a perder las cosechas por causas meteorológicas, a diferencia de las urbanas, que son más artificiales y, por lo tanto, tienen un deseo permanente de control y de que todo suceda de una determinada manera”, apostilla. Visto así, una posible moraleja es que, pese a la dificultad de la empresa, hay que intentar vivir con la máxima serenidad la pandemia.

Miralles pone como ejemplo al escritor Gaspar Hernández, autor de libros como El oficio de vivir bien (Aguilar) o El silencio, obra con la que ganó el Premio Josep Pla en 2009. “Cuando entrevisté a Gaspar Hernández, me dijo que la pandemia le sorprendió durante el lanzamiento de su nuevo libro, cuando ya tenía un montón de charlas programadas, presentaciones y entrevistas, y que todo se le vino debajo de repente, lo que le sumió en un estado de ansiedad que le llevó a pensar que el libro fracasaría”, relata. “Gaspar me dijo entonces algo interesante: hay que abolir el futuro cuando no lo puedes controlar. Es decir, prohibirse a uno mismo el tiempo futuro y ocuparse solamente del día en curso”, explica.

Posiblemente, alcanzar la serenidad en tiempos de coronavirus se está convirtiendo en una de las piedras filosofales del momento presente, como demuestra la gran producción editorial centrada en conseguir la ataraxia, la palabra que utilizaban los antiguos griegos para tener autodominio sobre los acontecimientos externos, fueran cuales fuesen.

Otro tanto piensa Patricia Ramírez, “una psicóloga de la vida cotidiana” –según se define– autora de libros como Cuenta contigo (Conecta) y, anteriormente, de Educar con serenidad (Grijalbo) o Entrénate para la vida (Espasa), entre otras obras. “Sobre cómo alcanzar la serenidad y combatir la ansiedad, hay libros maravillosos como La trampa de la felicidad (Planeta), de Russ Harris, o Sal de tu mente, entra en tu vida (Desclée De Brouwer), de Steven C. Hayes”, aconseja esta psicóloga.

También a Ramírez el coronavirus le cogió con el pie cambiado. Al respecto, no deja de ser curioso observar cómo están predicando con el ejemplo los propios psicólogos a la hora de poner en práctica durante el coronavirus los consejos que posteriormente ofrecen a sus clientes en la consulta. Porque…¿hay algo bueno en no tener la vida bajo control?

“Yo, por ejemplo, me he reinventado”, contesta Ramírez. “Antes de la pandemia tenía montada mi actividad de puertas afuera, porque había dejado de ver a pacientes y me dedicaba a dar conferencias en empresas, a mis intervenciones en radio y televisión y a la obra de teatro que había montado con Silvia Congost: Diez maneras de cargarte tu relación de pareja. Pero se anuló todo…”, prosigue. “Así que decidí reinventarme y montar una plataforma para impartir talleres virtuales que ha funcionado muy bien, porque ahora llego a Latinoamérica. Asimismo, como no podía abarcar tantos pacientes, he montado una consulta virtual con ocho compañeras. A mi, la falta de control sobre cosas que tenía muy controladas, me ha dado una perspectiva de trabajo distinta”, admite.

Una mujer realiza ejercicios de meditación en la sierra del Montsant, en el interior de las comarcas de Tarragona
Una mujer realiza ejercicios de meditación en la sierra del Montsant, en el interior de las comarcas de Tarragona . Vicenç Llurba

No obstante, si se trata de aconsejar sobre cómo sortear la ansiedad anticipatoria que está provocando el coronavirus por no saber que ocurrirá mañana, los expertos proponen no perder de vista estas estrategias:

1. Contra el desorden exterior, … el orden interior

Cuando reina el desorden exterior, tener un orden interior puede atenuar el desasosiego, recuerda Ramírez. “Se trata de fomentar un orden personal basado en rutinas que den seguridad. Puede tratarse de guardar unos horarios, de tener la casa ordenada o de tirar cosas que sobren, es decir, de que el hogar no sea un caos, porque cuando hay confusión y desorden en el exterior, es necesario un orden interior”, reflexiona.

Poner un poco de orden en casa o planificar ciertas actividades ayuda a centrarse y a combatir mejor el desasosiego
Poner un poco de orden en casa o planificar ciertas actividades ayuda a centrarse y a combatir mejor el desasosiego. Getty Images

2. Mejor no pensar en lo que puede pasar… porque es probable que no pase

“Durante mi vida, he sufrido muchas desgracias que nunca llegaron a suceder”, señaló en su día el escritor norteamericano Mark Twain, autor de libros inolvidables como El príncipe y el mendigo, Un yankee en la corte del rey Arturo, Las aventuras de Tom Sawyer o Las aventuras de Huckleberry Finn. Esta frase de Mark Twain es muy celebrada entre los expertos en psicología por prevenir del peligro de anticipar el futuro. Hay otras sentencias parecidas como, por ejemplo, “Desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere”, como sugería el pintor francés Eugène Delacroix. Es decir, concurren tantas variables, que aunque exista la tendencia a pensar que el problema aparecerá por un lado, lo más común es que surja por un lugar imprevisto. “Viene a ser algo parecido a lo que dicen los porteros: la pelota nunca acaba entrando por dónde uno había pensado”, recuerda Miralles esbozando un símil futbolístico.

3. Si insiste en pensar que le pasará algo … puede que al final le acabe sucediendo

Hay que mirar de frente a la intranquilidad y cortarle las alas. En opinión de Ramírez, si una persona piensa que acabará contagiándose de coronavirus (o que le sucederá cualquier otra desgracia relacionada con la pandemia…) es más probable que suceda. “El consejo es poner distancia con las cavilaciones negativas, a ser posible con sentido del humor”, sugiere. “Mi recomendación para quienes tienen estos pensamientos es que le digan a su mente: “Qué cansina eres, todo el día anticipándome desgracias, que si pasará esto, que si pasará lo otro. Si no te importa, voy a pensar en otra cosa y luego, si tengo tiempo y me apetece, igual te escucharé otra vez. Ahora no es el momento”, propone. Como pequeña nota a pie de página, hablar solo en voz alta “es sanísimo”, tranquiliza Ramírez, “especialmente si son palabras serenas que ayudan a relacionarse con uno mismo”.

4. Concéntrese en lo que puede controlar… y olvídese de lo que no esté en sus manos

Conviene concentrarse en las cosas que se pueden controlar y no obsesionarse con las que no. “Por ejemplo, si tu hijo va al colegio y en su clase hay un positivo, lo controlable es llevarlo al hospital a que le hagan la PCR, mientras que lo incontrolable es pasarse tres días comiéndose las uñas en espera de saber el resultado. Conviene controlar únicamente lo que está en nuestras manos”, argumenta.

5. Ponerse en lo peor podría servir… pero es mejor dejar vivir el presente

Pensar ocasionalmente en lo peor puede ayudar a amortiguar los miedos. Imaginar alguna vez el peor de los escenarios puede contribuir a que, llegado el momento, no coja por sorpresa y servir para preparar un plan alternativo. Sin embargo, el consejo de Ramírez es no imaginarse ni lo peor ni lo mejor, sino fluir por el presente.

Mark Twain es autor de obras maravillosas que forman parte de la cultura universal y de su boca y de la de sus personajes surgen sentencias llenas de sorpresa y sabiduría
Mark Twain es autor de obras maravillosas que forman parte de la cultura universal y de su boca y de la de sus personajes surgen sentencias llenas de sorpresa y sabiduría.  Archivo


6. La mente no puede cargar con todo… el cuerpo también debe ayudar

Las grandes victorias siempre son psicológicas pero no hay que poner todos los huevos en el cesto de la mente. “Aunque la actitud es muy importante, no hay que volcar todo el peso en la mente, porque no todo el mundo tiene las mismas circunstancias socio-económicas o culturales”, advierte Ramírez. “Creo que es meter mucha presión a la gente decirle que todo se puede solucionar con una actitud positiva”, opina. En resumidas cuentas: no centrarlo todo en la cabeza, sino también ocuparse del cuerpo. Por ejemplo, “llevar una alimentación saludable, practicar actividad física y tener un sueño reparador para que los neurotransmisores relacionados con la relajación y el bienestar puedan regularse”, sugiere esta experta.

7. Mejor que luchar contra las emociones… es dejar que fluyan

Hay que evitar luchar contra aquello que nos irrita. Los psicólogos llaman meta-emoción a la idea de que cada vez que luchamos contra una emoción emanamos otras emociones posteriores. Es decir, “al enfadarnos por la situación que vivimos nos enfadamos al mismo tiempo por estar enfadados, lo que propicia un segundo nivel de malestar”, explica Miralles. En opinión de este experto, no se trata de luchar contra una emoción, sino de dejarla fluir sin aferrarse a ella, para no entrar en un bucle negativo.

8. Observe sus pensamientos con distancia… porque puede que no sean ‘la realidad’

Practicar la meditación formal o…informal. Porque…¿hay otros caminos para mantener la calma que no pasen por la ortodoxia espiritual? Según indica Miralles, un profesor de yoga de Los Angeles, Arthur Jeon, abordó este tema en “Dharma urbano” (Ediciones B). He aquí uno de los consejos de este californiano: “observe sus pensamientos con distancia y no los confunda con la realidad. Así será capaz de distinguir lo neurótico de lo útil”. Otro consejo: “Sea consciente de que cualquier cosa que suceda, buena o mala, cambiará”. Un tercero: “Huya de la idea de que en la ciudad vive amenazado por las personas y las situaciones”. Puesto que la serenidad es un estado mental, Jeon sostiene que “el sufrimiento no lo generan las personas que nos rodean ni el lugar en el que nos encontramos, sino la lectura que hacemos de lo que nos sucede”, anota en su libro. Respecto a la posibilidad de meditar informalmente, Ramírez propone poner los cinco sentidos en una única tarea (y pone de ejemplo “cortar verdura” o “darse una ducha sin pensar en otra cosa que no sea la temperatura del agua y la sensación que produce”) para experimentar el aquí y ahora y no proyectarse hacia el pasado o el futuro

9. Es mejor adaptarse a una situación adversa… que enfrentarse a ella y “romperse”

Ser resiliente. El término está de moda desde hace tiempo. Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York, dedicó en su día un libro (Superar la adversidad: el poder de la resiliencia) a este concepto proveniente de la metalurgia que nombra la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o situación adversa. La segunda acepción del término, según la Real Academia Española, es la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Así pues, se trata de adaptarse lo mejor posible a una situación complicada, en lugar de “romperse”.

10. La serenidad no se halla en ninguna parte… pero se encuentra en la búsqueda

Inspirarse en culturas más serenas. La cultura asiática enseña que la mayor o menor gravedad de un acontecimiento reside en la manera de filtrarlo a través la mente, lo que podría explicar que algunas personas se ahoguen en un vaso de agua, mientras otras se sobreponen ante las mismas adversidades. Hace unos años, Lonely Planet impulsó un libro titulado Calm. Secretos para la serenidad a través de las culturas del mundo (GeoPlaneta). Según puede leerse en esta obra, “la serenidad no está en ninguna parte y está en todas. No está en un lugar, está en la búsqueda” y tanto puede encontrarse “renunciando al control del entorno seguro, como cuando uno baila hacia atrás en un tango argentino”, como “dándole un masaje shiatsu a un gato”.

https://www.lavanguardia.com/magazine/experiencias/20201019/33857/terribilitis.html

Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida

Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida

El ‘kintsugi’ es una técnica centenaria de Japón que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas y que ha acabado convirtiéndose en una filosofía de vida. Frente a las adversidades y errores, hay que saber recuperarse y sobrellevar las cicatrices.

N UNA ÉPOCA dominada por el consumismo y la obsolescencia programada, lo más probable es que si una mañana te levantas con el pie cambiado y, en un tropiezo, se te cae la taza del desayuno, te resignes a recoger sus pedazos y los tires a la basura sin más. Algo impensable en Japón. Hace cinco siglos, surgió en el lejano Oriente el kintsugi, una apreciada técnica artesanal con el fin de reparar un cuenco de cerámica roto. Su propietario, el sogún Ashikaga Yoshimasa, muy apegado a ese objeto indispensable para la ceremonia del té, lo mandó a arreglar a China, donde se limitaron a asegurarlo con unas burdas grapas. No contento con el resultado, el señor feudal recurrió a los artesanos de su país, que dieron finalmente con una solución atractiva y duradera. Mediante el encaje y la unión de los fragmentos con un barniz espolvoreado de oro, la cerámica recuperó su forma original, si bien las cicatrices doradas y visibles transformaron su esencia estética, evocando el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas, la mutabilidad de la identidad y el valor de la imperfección. Así que, en lugar de disimular las líneas de rotura, las piezas tratadas con este método exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva vida. Se vuelven únicas y, por lo tanto, ganan en belleza y hondura. Se da el caso de que algunos objetos tratados con el método tradicional del kintsugi —también conocido como “carpintería de oro”— han llegado a ser más preciados que antes de romperse. Así que esta técnica se ha convertido en una potente metáfora de la importancia de la resistencia y del amor propio frente a las adversidades.

La filosofía vinculada al kintsugi se puede extrapolar a nuestra vida actual, colmada de ansias de perfección. A lo largo del tiempo conocemos fracasos, desengaños y pérdidas. Con todo, aspiramos a esconder nuestra naturaleza frágil, esa que nos hace más humanos y auténticos, bajo la máscara de la infalibilidad y éxito. Se ocultan los defectos, aunque desde que nacemos nos recorre una grieta. Adam Soboczynski apunta en El arte de no decir la verdad (Anagrama) que hemos aprendido a camuflar “con gran esfuerzo, y manteniendo la compostura, incluso la más terrible de las conmociones que nos golpean”.

Somos vulnerables no solo física, sino también psíquicamente. Cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos. A veces, es el azar el que nos lleva al punto de ruptura; otras, somos nosotros mismos, con nuestras elevadas expectativas no cumplidas y la avidez de novedad, los que nos metemos en el hoyo. El filósofo Josep Maria Esquirol defiende que “la memoria y la imaginación son las mejores armas del resistente”. Como animales dotados de creatividad, tenemos una poderosa herramienta en la capacidad de concebir alternativas a la realidad. Pero cuando soplan malos vientos, ¿qué más nos ayuda a resistir la embestida? La respuesta es, según la escritora Joan Didion, el verdadero amor propio. La gente con esta cualidad “es dura, tiene algo así como agallas morales; hace gala de eso que antes se llamaba carácter”. Y el logro de una vida plena pasa, además, por librarse de las expectativas ajenas y dejar atrás la compulsión de agradar.
No hay recomposición ni resurgimiento sin paciencia. En el kintsugi, el proceso de secado es un factor determinante. La resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse. Es lo que garantiza su cohesión y durabilidad. Entre los cultivadores de la paciencia, Kafka ocupa un lugar privilegiado. Para él, la capacidad de saber sufrir y de tolerar infortunios era la clave para afrontar cualquier situación. Un día, mientras paseaba con un amigo, le dio este consejo: “Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia. Solo hay una forma de superación que empieza con superarse a sí mismo”. La receta para vivir del autor de El proceso es sencilla, pero no por ello menos difícil: “Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior y crecer”.

JAPÓN INSÓLITO: KINTSUGI. Cuando las cicatrices pueden ser bellas. |

Saber valorar lo que se rompe en nosotros nos aporta una serenidad objetiva. Apreciémonos como somos: rotos y nuevos, únicos, irreemplazables, en permanente cambio. 

https://elpais.com/elpais/2017/12/01/eps/1512125016_071172.html

Kintsugi o la belleza de las cicatrices

La práctica japonesa de reparar fracturas de la cerámica con resina de oro nos habla directamente a todos: a veces los defectos son las más grandes virtudes.

La herida es el lugar por donde entra la luz

Entre la afanosa muchedumbre de metáforas que relacionamos con la vida, la de la cicatriz es una que nos atañe a todos. El mundo se encarga de agrietarnos, de llenarnos de fisuras, y es allí donde reside para nosotros un crisol de posibilidades; la cicatriz se convierte en una ocasión para enfrentarnos al mundo. Mas nadie ha planteado esta metáfora con tanta belleza, con tanta claridad, como los japoneses en el arte kintsugi (o kintsukuroi).

El kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Así, al poner de manifiesto su transformación, las cicatrices embellecen el objeto.

El poeta Rumi decía que “la herida es el lugar por donde entra la luz”.

En esta filosofía hay algo casi diametralmente opuesto a la manera occidental de ver la fractura, tanto anímica como material. En lugar de que un objeto roto deje de servir y lo desechemos, su función se transforma en otra: en un mensaje activo. El objeto roto pasa de ser una cosa a ser un gesto gráfico que nos incita a emular su poderosa transformación, y, metafóricamente, la herida pasa de ser un trazo de oscuridad a ser una ventana de luz.

El kintsugi es silencioso y manifiesto. Solo el trazar un incidente doloroso con polvo de oro es aceptarlo como una alhaja, como una raya luminosa en la piel del tigre.

https://culturainquieta.com/es/arte/escultura/item/7840-el-arte-del-kintsugi-o-la-belleza-de-las-cicatrices.html

El xantatge emocional

La manipulació de la culpa

Ens sentim culpables a vegades per no saber fer les coses tan bé com voldríem o per decebre a algú a qui estimem o admirem?

Què hi ha tant poderós que origina aquest sentiment de culpa que ens rossega de tant en tant?

Hem pensat mai quines emocions i sentiments es mouen a dins nostre quan ens sentim culpables d’alguna cosa? Sobretot quan és d’una cosa que no hem fet, o dubtem d’haver fet?

Fàcilment identifiquem si ens sentim culpables per alguna cosa de la que som responsables, però què passa quan sabem que no ho som i ho acabem dubtant perquè algú important per nosaltres ens fa dipositaris d’una responsabilitat que no sentim nostra?

El xantatge emocional no és res més que la manipulació d’aquest sentiment per part d’algú que està disposat a treure’n benefici, conscient o inconscientment.

Es tracta de buscar la víctima propiciatòria i clavar-li les dents…,el problema és que sovint les dents no es veuen, ni tampoc la mossegada, i és difícil afrontar una cosa quan no se sap si està passant.

https://www.nuriagou.com/ca/blog/el-xantatge-emocional

Matar la Vaca. Conte FILOSÒFIC.

Solución al acertijo: Qué da la vaca cuándo está flaca? | Toluna

Este cuento filosófico trata de hacer consciente la zona de comodidad a la que estamos aferrados, promoviendo que seamos capaces de salir de ella de forma proactiva para construir una vida más plena.

Cuenta una historia que un joven discípulo vivía atormentado por no entender por qué la mayoría de personas se conformaba a padecer una vida de escasez y mediocridad. Al ver que aquella inquietud no se disipaba, su anciano y sabio maestro finalmente decidió ayudarle. Le pidió que le acompañara a visitar a una familia de amigos suyos que vivía en el campo. “Tengo que entregarles una caja muy importante. Además, te sentará muy bien salir de la ciudad y respirar aire fresco”, concluyó.

Tras varias horas de viaje, el joven comprobó con asombro que habían llegado a uno de los lugares más pobres y desolados de aquella provincia. De hecho, la familia de amigos de su maestro vivía en una casucha que estaba tan hecha polvo que parecía a punto de derrumbarse. En el terreno de alrededor se acumulaban todo tipo de escombros y de basura, los cuales emanaban un olor fétido y nauseabundo. Y no sólo eso: el techo tenía agujeros por donde se filtraba el agua, generando numerosas goteras.

Lo que más impactó al joven discípulo fue que en aquella inhóspita barraca de apenas 10 metros cuadrados vivían ocho personas: el padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos. Todos ellos vestían con ropa vieja y sucia. Y transmitían un halo de profunda resignación y tristeza. Realmente malvivían en un estado de profunda miseria. Lo único que esta familia poseía era una vaca famélica, la cual les proveía semanalmente de leche con muy poco valor nutricional. Este animal era lo único que les separaba de la quiebra total.

El anciano y el joven acamparon junto a la casucha y pasaron ahí la noche como pudieron. A la mañana siguiente, se levantaron muy temprano y sin despertar a ningún miembro de aquella familia, el sabio dejó la caja bajo unos matorrales plagados de desperdicios antes de emprender el viaje de vuelta. Y justo cuando estaban pasando por delante de la vaca, el maestro sacó una daga y degolló al pobre animal ante la incrédula mirada de su discípulo. “Pero, ¿qué has hecho? ¿Por qué le has arrebatado a esta familia su única posesión?”, le preguntó escandalizado.

Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven, el anciano se dispuso a continuar la marcha. El asesinato de la vaca conmovió profundamente al joven. Estuvo varias semanas sin pegar ojo por las noches. La preocupación y la angustia le carcomían, impidiéndole conciliar el sueño. Por mucho que fueran pasando los meses, no podía dejar de pensar en que su maestro había condenado a aquella familia a morir de hambre. Y a pesar de insistirle a su maestro por qué lo había hecho, éste se negaba a responderle.

Un año más tarde y viendo que aquel joven era incapaz de olvidar lo sucedido, el anciano finalmente accedió a su petición de regresar al pueblo donde vivía aquella familia. Y nada más llegar, el discípulo se temió lo peor al constatar que la casucha había desaparecido. En su lugar, ahora había una vivienda nueva, de 100 metros cuadrados, mucho más grande y confortable. El terreno de alrededor estaba muy bien cuidado. Había una zona llena de plantas y flores de diferentes colores. Y otra, en la que habían plantado diferentes vegetales, legumbres y hortalizas. El techo era de piedra, realmente hermoso.

Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar. “¿Adónde habrán ido a parar? ¿Qué habrá sucedido con todos ellos?”, pensaba atormentado el joven para sus adentros. Mientras, el maestro llamó al timbre y enseguida alguien se acercó para abrirles la puerta. Se trataba de un hombre elegante y con aspecto saludable. El joven no podía creérselo: era el padre de la familia que un año atrás había conocido en condiciones de completa miseria.

Una vez dentro de la casa, el discípulo observó fascinado como aquel lugar estaba en perfecto estado, muy limpio y ordenado. Los 10 miembros seguían vivos y se les sentía rebosantes de alegría y vitalidad. Y el joven, totalmente perplejo y anonadado, les preguntó: “¿Qué ha ocurrido durante este año para que haya cambiado tanto vuestra situación de vida?”.

El hombre les explicó que justo coincidiendo con el día de su partida, algún maleante envidioso había degollado salvajemente a su vaca. Y que su primera reacción ante la muerte de aquel animal había sido la impotencia, el pánico y la desesperación. Principalmente porque la vaca había sido, durante muchos años, su única fuente de sustento.

Poco después de aquel trágico día, continuó relatando el hombre, decidieron que tenían que espabilarse para poder sobrevivir y prosperar. Fue entonces cuando decidieron limpiar el terreno que rodeaba la casucha, encontrando una caja llena de semillas debajo de unos matorrales llenos de desperdicios. Por lo visto eran de diferentes vegetales, legumbres y hortalizas. También habían semillas de distintas plantas y flores. Así que decidieron trabajar y sembrar la tierra, produciendo sus propios alimentos.

Enseguida comprobaron que aquel terreno era muy fértil. También descubrieron a él se le daba bastante bien la agricultura y que a su mujer le encantaba la jardinería. Pronto empezaron a vender el excedente de alimentos en el mercado del pueblo, así como los ramos de flores a la floristería local. Con el dinero que fueron amasando compraron más semillas, hasta que tuvieron el suficiente para montar su propio puesto de verduras y su propia floristería. De ese modo es como finalmente pudieron construir una nueva casa, comprar ropa nueva para todos y disfrutar de una nueva vida mucho más satisfactoria.

El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, se acercó a su discípulo y en voz muy baja le preguntó: “¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra? ¿Realmente crees que se hubieran espabilado si aquel animal siguiera vivo?” Y el joven, reflexivo, le contestó: “Lo más probable es que no”.

Y el anciano, mirándole fijamente a los ojos, añadió: “Aquella vaca, además de ser la única posesión de esta familia, también era la cadena que los mantenía atados a una existencia de miseria y mediocridad. Al verse despojados súbitamente de la falsa seguridad que les proveía su vaca, no les quedó más remedio que tomar la determinación de salir de su zona de comodidad y reinventarse. Lo que al principio percibieron como un gran conflicto y una gran adversidad, resultó ser su gran oportunidad para prosperar y crear una vida mucho más plena.”

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