La pieza, por la que pujaron diferentes pretendientes a distancia, se la llevó finalmente “un coleccionista privado extranjero”
Un zapato que perteneció a la reina Maria Antonieta, ajusticiada en 1793 durante la Revolución Francesa, fue subastado este domingo en Versalles por 43.750 euros, más de cuatro veces el precio de salida.
La pieza, por la que pujaron diferentes pretendientes a distancia, se la llevó finalmente “un coleccionista privado extranjero”, explicó a Efe una representante de la casa de subastas Osenat.
Los expertos habían establecido como referencia antes de la venta un precio de entre 8.000 y 10.000 euros para este zapato, de seda en el empeine -que se encuentra en parte deshilachado-, de piel de cabrito en la parte de atrás y con suela de cuero.
El zapato subastado de Maria Antonieta (- / AFP)
Mide 22,5 centímetros de largo y 4,7 centímetros de altura en el talón, y lleva una inscripción hecha con pluma en el talón en la que se puede leer “zapato de María Antonieta regalado al señor de Vosey”.
Procede de la familia de Charles Gilbert de Lachapelle, que era comisario general de la casa del rey Luis XVI, y que como él fue guillotinado en la Revolución Francesa, en su caso en 1794.
La razón de que su familia fuera propietaria hay que buscarla en que su mujer, Marie Emilie Leschevin, era una gran amiga de la primera dama de cámara de la reina, Madame Campan.
Un comisario implicado en la venta subrayó a Efe que no hay ninguna duda de que el zapato fue de la reina, aunque haya incógnitas sobre cómo se hizo el reparto, ya que, por ejemplo, no se conoce la suerte del otro zapato que completaba el par.
En la misma subasta también se adjudicó a “una gran colección de Francia” un baúl guardarropa de madera que fue de María Antonieta antes de convertirse en reina por 27.500 euros, de nuevo muy por encima de la estimación, que se había establecido en entre 6.000 y 8.000 euros.
Victoria Camps: “El mal es más atractivo y nos puede”.
Victoria Camps (Barcelona, 1941) recurre a filósofos antiguos, modernos y posmodernos, de Platón y Adam Smith a Hannah Arendt, para explicarnos en El gobierno de las emociones (Herder) que no basta con saber distinguir entre el bien y el mal, sino que la moral se ha de definir como “una sensibilidad de acuerdo con la cual uno siente atracción hacia lo que está bien y repulsión hacia lo que está mal”
En definitiva, el “alma sensible” de Hutcheson. “Es cierto, encontramos apoyos a lo que quiero decir en todas las épocas, aunque en la modernidad sobre todo ha predominado el racionalismo –explica–. Pero a mí siempre me ha atraído la ética griega, la ética de las virtudes, entendida como la formación del carácter, el cual es una mezcla de sensibilidad y razón”.
Heredera de López Aranguren y Ferrater Mora, Camps ha conseguido hacer visible la filosofía y dar voz a la democracia participativa y a la ética en unos tiempos poco propicios para ello.
En El gobierno de las emociones acude a Aristóteles, Spinoza y Hume, para exponer la hipótesis de que no hay razón práctica sin sentimientos. Pero la gran pregunta a la que contesta en este libro nos la estamos haciendo mucho últimamente.
¿Por qué es tan difícil que la ley moral dirija nuestras vidas?
Porque la condición humana es imperfecta y porque no somos solo razón, suponiendo que entendamos que quiere decir eso. San Pablo ya decía “no hago el bien que quiero sino el mal que aborrezco”. Aristóteles ya lo había notado al decir que la voluntad es débil. Querían decir que muchas veces el problema no es que no sepamos distinguir el bien del mal, sino que el mal es más atractivo y nos puede. Por eso, lo que defiendo es que no basta la visión del mal, debe repugnarnos emotivamente.
Cubierta de ‘El gobierno de las emociones’, de Victoria Camps
La voluntad
Otra manera de verlo es su afirmación de que quien “vive en la indiferencia” no tiene ética… ¿Predica la “motivación moral”?
El comportamiento moral –también el inmoral– es una cuestión de voluntad, de querer hacer el bien y evitar el mal. La voluntad no se mueve si no se siente mínimamente “apasionada” por una idea, por un objetivo o por una causa.
Dice: “Todas las emociones pueden ser útiles y contribuir al bienestar de la persona que las experimenta, para lo cual hay que conocerlas y aprender a gobernarlas. Es posible hacerlo”. Pero, ¡nos han enseñado a esconderlas!
Hay emociones que se han fomentado para conseguir determinados propósitos. Ciertas personas sienten vergüenza de ser como son porque la sociedad las excluye y les hace sentirse inferiores. El discurso del miedo siempre ha acompañado a la propaganda política. La compasión se ha presentado como sustituta de la justicia. Por eso, conviene conocer las emociones, valorarlas, ver de dónde proceden para reprimirlas o exhibirlas.
Y por eso alerta del excesivo “culto a la emoción”…
Sí, porque un culto excesivo a las emociones no discrimina ni distingue entre las adecuadas o inadecuadas para vivir con justicia y convivir en paz. Es lo que hacen los llamados “mercados”. Su objetivo es vender productos, para beneficio de quien los vende, aunque no satisfagan ninguna necesidad real. Crean necesidades, producen deseos y emociones que los satisfagan de inmediato.
Denuncia que nos intentan convencer de que “hay que sentir en lugar de aprender a pensar”. De aquí surge el “culto al individualismo”. ¿Cómo frenarlo?
No es posible convivir si cada cual piensa solo en sí mismo y en sus intereses. Es lo que trata de corregir la ética a partir de la “regla de oro” de la moralidad, que remite a Confucio: “No hagas a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti”, o, en sentido positivo, “trata a los demás como quisieras que te trataran a ti”.
Repasa en su libro cómo “el cristianismo, primero, y el racionalismo que culmina en Kant, después”, contribuyeron a difundir una concepción excesivamente racionalista de la ética: como dominio o erradicación de las pasiones… ¿Ya no es así?
Ha sido así en general, pero con excepciones. Ni Aristóteles ni Spinoza ni Hume ignoraron los afectos como aspecto básico del comportamiento ético. Hoy la psicología ha contribuido a dar relieve a las emociones, con la inteligencia emocional. Nos han hecho ver que sin ellas no hay motivación para hacer nada y que la ética debe tenerlas en cuenta en sentido positivo.
La ética como valor
Entre la crisis y los indignados, parece que la ética resplandece como valor fundamental para vivir y relacionarse. ¿Será ahora o cuándo?
Que los movimientos actuales sean la expresión de la indignación significa que puede producirse esa vinculación entre la visión de las injusticias y el sentimiento de indignación ante ellas. Por eso, muchos se echan a la calle y acampan en las plazas. Si no hay sentimiento, nadie se mueve. Ahora bien, para que el movimiento persevere y prospere habrá que hacer algo más.
¿Hacia dónde debe de ir?
Puede ser el principio de un cambio si no se reduce a ser la mera expresión de la indignación. Un movimiento tiene que ir hacia alguna parte, no sabría decir hacia dónde, pero habría que profundizar en esa idea de una democracia más efectiva, menos partidista y menos endogámica. Más creíble. A partir de ahí, pueden darse cambios; aunque en una democracia, los cambios no pueden hacerse de espaldas a las instituciones. Se mejoran desde dentro.
Los estoicos decían que “hay hechos inevitables que no dependen de nosotros, y hechos evitables que sí dependen y está en nuestras manos impedir o cambiar”.
Plantearse lo imposible o querer cambiar lo inevitable (como la muerte) no tiene que ver ni con la ética ni, por supuesto, con la política. El problema es que los poderosos intentan convencernos de que es imposible cambiar lo que quisiéramos cambiar. Pero se equivocan. ¿Es imposible gravar con un impuesto las transacciones financieras? ¿Es imposible eliminar los paraísos fiscales? ¿Cambiar la ley electoral?
Una reflexión final: ¿dónde queda el papel de la religión en este análisis?
La religión no es necesaria para el discurso ético, lo que no significa que la mayoría de los valores que reconocemos –como la libertad, la igualdad o la fraternidad– nacieran con el cristianismo. Hoy se han secularizado y valen por sí mismos. No hace falta el apoyo de un Dios para sustentarlos, lo que hace falta es la voluntad de los hombres para que tengan más presencia en el mundo.
¿Cómo conciliar la diversidad de culturas y religiones con esta ética?
Con la regla de oro de la moralidad. No se puede construir una ética sin tenerla en cuenta. De ella derivan valores como la justicia, la solidaridad y el respeto. Son valores universales. Otra cosa es que la práctica no los tenga en cuenta. En realidad, el conflicto entre religiones y culturas no se da tanto en el reconocimiento de grandes principios, como en la interpretación que damos a las prácticas.
ARRELS EDITA LA GUÍA ‘VIVIR EN LA CALLE EN BARCELONA’ CON CONSEJOS PRÁCTICOS DE PERSONAS SIN HOGAR
En Arrels atendemos cada día a entre cinco y seis personas que viven en la calle, que no saben dónde pedir ayuda y a las que intentamos asesorar sobre los recursos que existen en la ciudad. Hemos creado una guía práctica que recoge más de 70 recursos a los que las personas pueden acceder directamente y con medio centenar de consejos aportados por personas que duermen o han dormido en la calle. También es una herramienta útil para la ciudadanía.
El año pasado, 1.360 personas vinieron a Arrels preguntando si se podían duchar, guardar sus bolsas en la consigna o si teníamos alojamiento para no tener que dormir en la calle y, desde inicios de este año, hemos asesorado a 450 personas más, lo que significa entre cinco y seis personas diariamente. Desde Arrels no podemos dar respuesta a todas estas necesidades pero sí intentamos orientar a la persona sobre los recursos que existen en la ciudad de Barcelona y que pueden ser útiles.
Para intentar mejorar este asesoramiento, hemos creado una guía que recoge más de 70 recursos públicos y privados que existen en Barcelona y a los que las personas sin hogar pueden acceder directamente, sin necesidad de tener un trabajador/a social. “Muchas de estas personas no tienen ningún trabajador/a social que conozca su situación. Esto significa, por ejemplo, no poder ir a un comedor social público porque se necesita que un trabajador/a social haga el trámite“, explica Marta Maynou, responsable del equipo de la calle y del centro abierto de Arrels.
El objetivo es contar con una herramienta útil para las personas que hace menos tiempo que viven en la calle en Barcelona o que aún conservan muchas habilidades y autonomía, ofrecer información que sitúe a la persona y que no genere falsas expectativas.
La publicación de esta guía también quiere ser de utilidad para la ciudadanía de Barcelona; el año pasado, de hecho, en Arrels recibimos 1.730 avisos de vecinos y vecinas de la ciudad preocupados por personas que dormían en la calle. “Queremos implicar a la ciudadanía y dar respuesta a una pregunta que habitualmente nos hace, que es qué pueden hacer cuando ven a una persona durmiendo en la calle en Barcelona“, afirma el director de Arrels, Ferran Busquets.
Consejos de personas que viven en la calle
Para construir la guía Vivir en la calle en Barcelona se ha contado también con la opinión y los consejos de cinco personas que han vivido en la calle hasta hace poco tiempo y que han querido aportar su experiencia con consejos prácticos como los siguientes:
El albergue suele estar lleno, con lista de espera de días o semanas. Si tienes teléfono y les deja el número, te llamarán.
En la calle, no te estires directamente en el suelo, busca un cartón o algún material aislante.
Busca un lugar seguro. Las salas de espera de los hospitales, las estaciones y el aeropuerto son una opción. Recuerda que se trata de espacios privados con una normativa y que dependerá de cada empresa que te dejen estar.
Si te aseas en una fuente o lavas a ropa, te pueden sancionar.
Prepárate para caminar porque los recursos están lejos unos de otros.
Un mapa que evidencia una realidad
La guía que hemos elaborado recoge más de 70 recursos a los que la persona puede dirigirse directamente, con información útil sobre dónde comer, dormir, ducharse o lavar la ropa. Otros intentan ir más allá y explicar qué hacer si se sufre una agresión, cómo defender los derechos, dónde prepararse para buscar empleo, etc.
También se acompaña de un mapa para que la persona pueda orientarse más fácilmente y, más allá de esta utilidad, muestra una realidad:
Hay pocos recursos para dormir y están dispersos. Una persona que entra en un albergue puede estar más tiempo mientras encuentra otro recurso que le aporte estabilidad pero, actualmente, los mecanismos de salida están saturados y es muy difícil que la persona pueda afrontar los precios del mercado inmobiliario.
Si vives en la calle y quieres acceder a un albergue, tienes que esperar hasta dos y tres meses y, en consecuencia, debes prepararte para vivir en la calle este tiempo.
Hay diferentes servicios de duchas pero son insuficientes porque la persona no puede ducharse las veces que necesite a la semana. Tampoco hay espacios para guardar tus pertenencias durante un tiempo estable cuando vives en la calle o te echan de una habitación.
No hay servicios de lavandería suficientes a los que las personas puedan acceder directamente. También hay otros servicios básicos no cubiertos: ¿qué pasa si la persona sufre una agresión? ¿Cómo puede tener un seguimiento médico si sólo puede ir a urgencias? ¿Qué alternativa tiene si no se siente cómoda en un albergue?
Planificar la vida cuando vives en la calle es difícil porque tienes que dedicar muchas horas a desplazarte de un lugar a otro para desayunar, ducharte, comer o dormir.
“El sistema actual no ayuda porque no te queda tiempo para avanzar. Todas las personas necesitan estos recursos básicos para sobrevivir pero, una vez cubiertos, se deberían poder plantear más cosas”, afirma Marta Maynou. En este sentido, desde Arrels pedimos a las administraciones buscar soluciones y destinar los recursos suficientes para conseguir que nadie tenga que vivir en la calle. “A largo plazo es necesario conseguir vivienda pero, mientras no se resuelva el problema de la falta de vivienda, también necesitamos soluciones temporales, como espacios de baja exigencia“, añade el director de Arrels.
Recursos para vivir, no para sobrevivir
Una persona acaba viviendo en la calle por motivos muy diversos y que tienen que ver con la propia persona pero también con la sociedad en la que vivimos. Para luchar contra el sinhogarismo no se necesitan sólo servicios básicos de alimentación, higiene o para descansar; la problemática es más compleja.
La persona solo puede empezar a recuperarse de la vida en la calle cuando tiene un lugar seguro donde vivir. Es necesario una atención social más personalizada: servicios de apoyo psicológico, estabilidad económica, reconstruir la red social, no tener que esperar semanas o meses para acceder a un techo, actuar de manera inmediata para evitar que la situación se convierta en crónica…
Apostar por estos recursos más transformadores es una inversión económica pero, a la larga, se obtienen más beneficios para la persona y para la sociedad. Esto, sin olvidar que hay que incidir aún más en políticas de prevención para que nadie pierda su casa.
En sectors com l’industrial, el de transports, de la salut o les finances, la presència de la intel·ligència artificial creixerà a un ritme molt àgil els anys vinents. Ho conclou l’empresa de robòtica col·laborativa i estructures intel·ligents Airtificial, que calcula que el 2025 el mercat de la intel·ligència artificial (IA) arribarà a 52.700 milions d’euros, 9 vegades més del que avui s’inverteix en aquest sector, en què es mouen gairebé 6.000 milions d’euros. Aquest augment progressiu de l’ús de la intel·ligència artificial ha portat la Comissió Europea a reunir 52 experts independents per a debatre unes directrius ètiques que caldrà seguir en el desenvolupament i l’ús de la intel·ligència artificial.
I és que aquesta nova forma de coneixement pot presentar conflictes als quals els experts pensen que la societat s’ha d’anticipar. «Tot descobriment, nova creació o nova capacitat que desenvolupem per a generar un nou poder o una nova possibilitat de fer les coses comporten la pregunta de qui en farà ús i quina direcció els volem donar, perquè tot es pot emprar per a generar benestar o per a destruir», explica Miquel Seguró Mendlewicz, professor col·laborador dels Estudis d’Arts i Humanitats de la UOC.
Per això es considera necessària una reflexió ètica sobre la intel·ligència que es plantegi preguntes com «què és la intel·ligència, què és artificial, qui fa aquest artifici, per què, per a què, si l’objectiu és generar més justícia social i més benestar o generar una competència neocapitalista per a veure qui es desenvolupa més bé per mitjà de les capacitats que aquesta intel·ligència pot oferir, si és per al bé públic i, per tant, quedarà en mans de l’estat o no… L’ètica de la intel·ligència artificial es queda, més que en la resposta, en la pregunta. Des de la filosofia hem d’eixamplar l’espai de la pregunta», assenyala el professor expert en filosofia política i ètica, que considera que els principals reptes per a l’ètica de la intel·ligència artificial es poden resumir en quatre:
La intel·ligència artificial no és neutral, respon a uns interessos i a uns usos, i són aquests els que cal definir per a concretar en quina direcció van.
Darrere de qualsevol tipus d’artifici que es generi hi ha la responsabilitat humana, i, per tant, també darrere de la idea d’intel·ligència artificial, aquesta responsabilitat no és ineludible.
La idea d’intel·ligència, per un pòsit positivista i neopositivista, s’ha reduït col·loquialment a la capacitat de càlcul, de racionalitzar, de dur a terme operacions de precisió, i s’ha deixat fora d’aquesta noció altres possibilitats que tenen més a veure amb les humanitats, l’art, etc. Però d’intel·ligències n’hi ha moltes: caldria definir quin tipus d’intel·ligències volem generar.
Cal concretar l’ús polític que es farà d’aquesta intel·ligència i qui vigilarà que es faci de manera equitativa.
Controlar el que és incontrolable
L’atracció que el desenvolupament de la intel·ligència artificial exerceix en la societat ha portat els experts a preguntar-se què és el que ens la fa tan fascinant. I la resposta sembla apuntar a l’anhel de control. Com explica Miquel Seguró, hi ha la il·lusió que per mitjà de la intel·ligència artificial «tindrem més control de les nostres vides i dels problemes que les nostres vides contenen. Però això és només una cara de l’experiència, perquè hi ha abraçades, somriures, silencis… que no hi ha manera de programar ni de predir, ja que depenen del context i d’unes habilitats que no són simplement quantitatives, sinó que exigeixen un desenvolupament personal, una audàcia personal i assumir la capacitat d’errar», assenyala.
Evitar les discriminacions
De fet, el control total no sembla possible. La intel·ligència artificial fa servir algoritmes per a extreure conclusions i prendre decisions. I tot aquest procés utilitza dades que, de vegades, poden ser discriminatòries. Va ser el que va passar amb l’algoritme Compas, creat per ajudar els jutges dels Estats Units a decidir sobre la llibertat provisional. Després de les primeres proves es va concloure que es tractava d’un algoritme racista perquè feia servir dades de departaments policials en què la majoria dels detinguts eren negres, de manera que l’algoritme va establir que el risc de ser criminal era més elevat entre aquestes persones.
Un col·lectiu amb moltes probabilitats de ser discriminat en els programes d’intel·ligència artificial és el de la gent gran, que corre el risc de ser invisibilitzada. Com expliquen les investigadores de la UOC Andrea Rosales i Mireia Fernández Ardèvol, expertes en persones grans i TIC, els sistemes d’intel·ligència artificial utilitzats per a recollir i analitzar dades sovint s’obliden d’aquest col·lectiu. «Quan s’investiguen els usos dels espais públics d’una ciutat, s’analitzen les dades dels mòbils que tenen el wifi activat: des del temps que les persones destinen a travessar un carrer per un semàfor fins al temps que necessiten per a pujar les escales de metro. Però en l’anàlisi d’aquests estudis no es tenen en compte minories que o bé no tenen wifi al mòbil o bé, si en tenen, el porten sempre desactivat», assenyalen com a exemple de les possibles discriminacions que es poden cometre en l’ús de la intel·ligència artificial.