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Marcha atrás del Reino Unido en la ideología de género: el sexo “es biológico”

Después de años de progresiva aceptación de la ideología de género, hasta llegar a un punto en que numerosas mujeres se sienten incómodas y discriminadas, el Reino Unido ha empezado no sólo a poner el freno sino incluso a dar marcha atrás. El último ejemplo es que la sanidad pública británica va a reformar su constitución para afirmar que “el sexo es una cuestión biológica”.

Entre los cambios que se están considerando figura prohibir que las mujeres transgénero y las personas no binarias sean pacientes en salas de hospital sólo femeninas, y el reconocimiento del derecho de las mujeres a solicitar médicos de su mismo sexo para cuestiones ginecológicas.

Sex matters, inspirado en el #BlackLivesMatter y en el nombre de una oenegé de derechos humanos dedicada a clarificar la ley en cuestiones de sexo, política y lenguaje, es el nuevo eslogan en lo relativo a la identidad de género, según ha proclamado la ministra de Sanidad del gobierno conservador, Victoria Atkins.

Tras alcanzar su cenit, tanto Inglaterra como Escocia han emprendido un retroceso en lo relativo a la facilidad para que los niños y adolescentes cambien de sexo, en la utilización de pronombres y adjetivos diferentes (o no existentes) para referirse o dirigirse a las personas no binarias, y en los objetivos medioambientales de reducción de la huella de carbono. Lo primero, por la oposición de un amplio sector de la ciudadanía que piensa que se ha perdido el sentido común y distorsionado el lenguaje, y el absurdo de que muchos políticos no se atrevan a responder a la pregunta de qué es una mujer, y si puede tener un pene. Lo segundo, por el coste.

Una ley trans bastante parecida a la española ha sido un motivo importante en la caída del primer ministro escocés Humza Yousaf, y en el descenso de la popularidad del SNP (Partido Nacional de Escocia, independentista), al no haber entendido la enorme oposición que la facilidad para que los niños y adolescentes cambien de sexo generaba en la opinión pública, y no sólo entre los votantes conservadores. La escritora J.K Rowling, autora de la serie de Harry Potter, lleva años siendo víctima de una campaña de acoso en las redes por parte del colectivo más radical en la defensa de la ideología de género, y denuncia la radicalización de los círculos intelectuales y académicos.

El llamado “informe Cass” ha significado un punto de inflexión al sugerir que a los niños y adolescentes británicos se les estaban prescribiendo bloqueadores de pubertad con demasiada facilidad, y recomendar que sólo se haga en el transcurso de ensayos clínicos convenientemente supervisados. Su autora critica que procesos de cambio de sexo comiencen sin un análisis de posibles problemas neurológicos subyacentes como el autismo, o de depresiones.

https://www.lavanguardia.com/vida/20240503/9608454/reino-unido-pone-marcha-dificil-cuestion-identidad-genero.html

EL CEREBRO TIENE SEXO

La neurología y la sicología ha ido poniendo fin al debate sobre si realmente los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, o más bien las diferencias son tan mínimas que hay que apostar por la igualdad entre los géneros sin variedades específicas; esto es, por el sexo opcional. También se está esclareciendo otro debate, menos enconado que el anterior, sobre las causas de las diferencias. Algunos afirmaban que hombres y mujeres han desarrollado distintas personalidades en la evolución de la humanidad simplemente porque han debido enfrentarse a distintos problemas de adaptación: ellos a buscar alimento y ellas a cuidar de la prole, por lo que un cambio de roles anularía las diferencias.

En menos de dos años se han dado importantes pasos hacia una más profunda comprensión de qué es genético y qué es cultural en la elaboración del cerebro de cada persona a lo largo de la vida. La balanza se ha inclinado hacia una firme interacción entre naturaleza y crianza. El funcionamiento del cerebro hace posible que lo biológico se convierta en autobiográfico, sobre una base genética heredada. Y el sexo es un componente esencial de la base genética.

Hombres y mujeres tienen distintas estrategias cerebrales que permiten dos modos diferentes de percibir la realidad, de razonar y de procesar las emociones.

Distintas conexiones
En el más amplio estudio sobre el tema, publicado en la prestigiosa revista Proceedings of The National Academy of Sciences (1), el equipo dirigido por Ragini Verma de la Universidad de Pennsylvania muestra que el cableado entre las neuronas tiene un trazado diverso según los sexos: los hombres tienen más conexiones dentro de cada hemisferio, mientras que los cerebros de las mujeres interconectan más los dos hemisferios. Sorprendentemente, además, en el cerebelo el trazado de los cables se establece en sentido contrario: más conexiones entre ambos lados en los hombres y más en las mujeres dentro de ambos lados.

Este equipo de científicos ha analizado, por una técnica de resonancia magnética que visualiza las direcciones de los cables, el trazado en el cerebro de 949 personas de ambos sexos y de edades entre los 8 y los 22 años. Con ello, han observado cómo se establece el cableado antes y durante la adolescencia, etapa en la que madura el cerebro y se trazan los cables.

El cerebro humano es la estructura más compleja y más ordenada de la naturaleza. No está nunca ni encendido ni apagado por completo, sino que en cada vivencia, situación, recuerdo, se sincroniza la activación con el silenciamiento de regiones concretas.

A diferencia de cualquier otro órgano, no funciona como un todo, ni está nunca terminado. Sobre la base del patrimonio genético que cada uno hereda, y sobre el propio sexo, la crianza y las experiencias propias van dejando huella y haciendo que cambie continuamente, afianzando unas conexiones y debilitando otras.

Los hombres tienen más conexiones dentro de cada hemisferio, mientras que los cerebros de las mujeres interconectan más los dos hemisferios

La arquitectura funcional del cerebro de mujer y del cerebro de varón
Hace un mes se publicaba que los genes se expresan en todo el cerebro de forma diferente en hombres y mujeres (2), lo que era esperable puesto que cada neurona tienen una u otra de la dotación cromosómica que determina el sexo, XX en la mujer y XY en el varón. Esa diferencia origina, por ejemplo, que en la superficie de las neuronas de unas áreas aparecen receptores de hormonas femeninas o masculinas; de esta forma, por el impulso de las hormonas sexuales, unas áreas tendrán un tamaño diferente en el cerebro femenino y en el masculino.

Así, la región del lóbulo temporal que procesa el lenguaje es mayor en las mujeres y se localiza en ambos hemisferios, lo que les facilita expresar verbalmente sus emociones. En los hombres, en cambio, la corteza parietal que interviene en la percepción del espacio es de mayor tamaño que en las mujeres, lo que les permite ser más rápidos al procesar y calcular “en frío”.

Por la acción genética y hormonal, trazado el mapa de las regiones cerebrales, se definen los circuitos neuronales innatos específicos de cada sexo.

Con la pubertad comienza una onda de maduración del cerebro de la nuca a la frente, que se prolonga hasta el final de la adolescencia. Lo hace al ritmo de las hormonas de forma lineal en los chicos y cíclica en las chicas.

El trabajo que comentamos muestra por primera vez las fibras de un cerebro con patrón masculino (en azul), a lo largo de los dos hemisferios, y femenino (en tostado) entre los dos hemisferios, al acabar la adolescencia. Para cada persona ese patrón general según el sexo y según sus predisposiciones heredadas, se matiza e incluso modifica con las vivencias, experiencias, relaciones con los demás, etc.

Los cerebros masculinos tienen más conexiones dentro de cada hemisferio (líneas azules). Los cerebros femeninos tienen más conexiones entre los dos hemisferios (líneas tostadas).

Estereotipos y realidades
Las mujeres realizan mejor por término medio unas tareas y los hombres otras. La base neural es obvia. Pero todas las capacidades son riqueza humana y el equilibrio es tarea de cada uno.

Algunos estereotipos son engañosos y se convierten en prejuicios. Así, se ha considerado, a veces, que las mujeres son menos racionales o menos inteligentes que los hombres y que ellos carecen de sensibilidad. Pero las inteligencias son múltiples y cada uno tiene el combinado de ellas que le toca en herencia, y desarrolla mejor o peor unas u otras.

Aparte de las diferencias de acceso a la cultura de tiempos pasados, los hombres sí están mejor capacitados para un conocimiento discursivo y analítico y dar soluciones lineales y directas a los problemas, precisamente por la gran conexión en el hemisferio izquierdo entre las áreas de la percepción localizadas más en la nuca y las áreas de cognición y ejecutivas, que coordinan acciones, en el lóbulo frontal. Mientras que en las mujeres, por la mayor conexión entre el hemisferio izquierdo y el derecho, que procesa el conocimiento emocional, intuitivo y global, la unión entre lo cognitivo y lo emocional es más intensa.

Dos tipos de estrategias cerebrales
Son dos tipos de estrategias cerebrales que permiten dos modos humanos diferentes de ser, de percibir la realidad, de relacionarse con los demás, de razonar y de procesar las emociones y también de ser afectados. Estrategias que tienen sentido en la diferente relación de la maternidad y la paternidad con la vida naciente.

Las mujeres, por la estrategia de fuera hacia dentro, tienen de forma natural gran habilidad para las tareas cognitivas que requieran un entorno emocional o afectivo, donde la lógica se aúna con la intuición. Por lo mismo, presentan una mayor vulnerabilidad emocional.

La estrategia típicamente masculina tiene el punto de mira de dentro hacia fuera. La región denominada amígdala cerebral en el hemisferio derecho conecta con intensidad con las estructuras de ese lado. De ahí que procese toda información que suscite emociones fuertes con gran descarga de adrenalina. Esto, entre otros efectos, ayuda a vencer el miedo, facilita las tareas defensivas o protectoras de la paternidad, pero también puede desembocar en una mayor agresividad,.

La medicina moderna no puede permitirse el lujo de ignorar estas diferencias en las raíces de los trastornos neurológicos. Tampoco la sociedad debería hacerlo para poder distinguir entre los roles naturales y los estereotipos.


De las neuronas a las redes

Las neuronas son células muy diferenciadas que tras la vida embrionaria no vuelven a dividirse más, aunque pueden experimentar cambios de volumen y de complejidad estructural.

Recientemente los científicos han comenzado a trazar el mapa de los genes que se expresan en las diferentes áreas y subáreas del cerebro y que se corresponden con las funciones que desde hace tiempo se asignan a esas zonas.

Cada neurona ocupa un sitio fijo; están donde están en cada uno de los dos hemisferios y en una u otra de las tres capas cerebrales. Y, cada neurona es como es por los genes que expresa dependiendo del lugar que ocupa.

Los circuitos cerebrales por los que fluye la información se establecen cuando neuronas cercanas o distantes entre sí interaccionan en un momento dado. Los circuitos conectan unos con otros en los llamados nodos. Éstos a su vez se concentran en puntos nodales que integran información y facilitan el tráfico en las redes que conectan diferentes regiones. Así se procesan recuerdos, emociones, empatías o deseos, que aúnan actividades de diversos circuitos con tareas concretas.

A lo largo del año 2013 han ido apareciendo los mapas de los nodos y sus puntos de concentración en el cerebro de la vida fetal y adulta.

Estos puntos de concentración de nodos se construyen paso a paso y de forma ordenada con el tiempo. A su vez, la vida de cada uno genera cambios persistentes en los patrones de las conexiones neuronales de su cerebro. Una conducta competitiva, la influencia del medio, la educación, o una emoción pueden reorganizar los circuitos. Esta plasticidad cerebral hace que no haya dos individuos que posean la misma configuración exacta de conexiones.

Con la maduración del cerebro, los axones de las neuronas se protegen de una vaina de mielina que permite una gran velocidad de la transmisión de la información. Estos, a su vez, se reúnen en paralelo formando fibras y estas en fascículos.

Dos grandes fascículos longitudinales conectan la nuca con la frente en ambos hemisferios y uno trasversal conecta los dos.

Las fibras nerviosas no están aisladas, ni enmarañadas como un ovillo, sino que se organizan como una rejilla tridimensional de cables eléctricos.


Natalia López Moratalla es
Catedrática de Bioquimica de la Universidad de Navarra

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Notas

(1) Ingalhalikar M, Smith A, Parker D, Satterthwaite TD, Elliott MA, Ruparel K, Hakonarson H, Gurb RE, Gurb RC, Verma R. Sex differences in the structural connectome of the human brain. Proc. Nat. Acad.Sci. www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1316909110.

(2) Trabzuni D, Ramasamy A, Imran S, Walker R, Smith C, Weale ME, Hardy J, Ryten M, & North American Brain Expression Consortium. “Widespread sex differences in gene expression and splicing in the adult human brain”. Nature Communications | 4:2771 | DOI: 10.1038/ncomms3771.

https://www.aceprensa.com/ciencia/el-cerebro-tiene-sexo

https://www.farodevigo.es/salud/2018/02/26/natalia-lopez-nuevas-tecnicas-confirman-16072472.html

Saliendo del armario… “trans”

Chloe Cole es una chica californiana de 18 años; una muchacha que, como otras, quiere ver en su horizonte personal el feliz día en que acunará a un bebé, lo bañará, lo alimentará. A diferencia de otras, sin embargo, ella no podrá amamantarlo…

Chloe no tiene pechos. Se los quitaron en el quirófano tres años atrás, cuando un médico cogió el bisturí para adelantarle su “reasignación de sexo”, algo que ella deseaba desde los 12 años. Según testificó en mayo de 2022 ante una comisión legislativa de Luisiana, en julio de 2017 la atendió un pediatra y, un mes después un “especialista en género” le diagnosticó disforia de género (DG). Todo fueron aprobaciones hacia lo que sentía ser: un varón.

La joven entró así en el carril unidireccional de la “reasignación”: al ser biológicamente mujer, le suministraron bloqueadores de la hormona sexual femenina (los estrógenos) para que no se le desarrollaran el útero, los ovarios, la vagina, y para que no le crecieran los pechos, a lo que siguió, en una segunda etapa, la aplicación de la hormona masculina (testosterona), por la que adquirió caracteres del otro sexo: mayor musculatura, una voz más grave, vello facial…

“La única persona que no me dio la razón fue el primer endocrino que conocí. Se negó a recetarme bloqueadores de la pubertad y expresó preocupación por mi desarrollo cognitivo. Sin embargo, fue fácil acudir a otro para que me recetara los bloqueadores y la testosterona. Después de solo dos o tres citas con el segundo, me dieron el papeleo y los formularios de consentimiento para los bloqueadores (Lupron) y los andrógenos (Depo-Testosterona). Comencé con los bloqueadores en febrero de 2018, y un mes después, recibí mi primera inyección de testosterona”.

Contagio emocional

La cirugía llegó en 2020, cuando con 15 años pidió la mastectomía. El cirujano que la atendió la animó a ir a una clase sobre el procedimiento, a la que asistieron 12 chicas con DG y con idéntico deseo. “Sin darme cuenta –dice–, la clase me ayudó a reafirmarme en mi decisión, gracias al sentido de comunidad que me surgió al ver a niñas como yo pasando por lo mismo”.

De una parte, funcionó el contagio emocional; de otra, unos médicos que solo sabían asentir –“el personal de salud está entrenado estrictamente para seguir la perspectiva afirmativa del sistema, incluso en el caso de pacientes menores de edad, en parte porque en California están prohibidas las ‘terapias de conversión’”, asegura–. No hubo, pues, la mínima sugerencia de otro tratamiento para atenuar la DG.

Hoy Chloe ya no quiere ser varón: se ha convertido en una detrans, una persona que, convencida de que la transición no resolvió sus problemas psicoemocionales, busca reconciliarse con su naturaleza biológica.

Además, batalla para que el lobby trans deje en paz a los menores. No solo les ha contado su caso a los legisladores de estados donde se debate sobre los tratamientos de reasignación, sino que, de la mano del Center for American Liberty, ha llevado a los tribunales a Kaiser, un paquidermo empresarial del sector de la salud, al que acusa de haber actuado con negligencia en su caso, por dejar a un lado sus comorbilidades psiquiátricas, no ofrecerle terapia alguna para ellas y pasar por alto la necesidad de un auténtico consentimiento informado, que ella como menor no estaba en capacidad de dar.

“La medicina moderna me falló”, dice con rotundidad. Y les sigue fallando a otros.

Chloe Cole (foto: Twitter)

Números aún inciertos

¿Cuántos toman el camino de la detransición? Es difícil saberlo. En Reddit existe un foro sobre el tema, que ha visto aumentar su membresía desde unas pocas decenas de usuarios en octubre de 2018 a 44.200 en febrero de 2023. No es exclusivamente un cónclave de personas detrans, pero según explica el sitio Padres con verdades incómodas sobre los transexuales (PITT), el incremento “significa que el número de detrans, desistentes y personas que cuestionan esto está creciendo, tanto como el interés de un segmento poblacional que ha resultado dañado” por las reasignaciones.

Según un estudio, la mayoría de quienes desisten lo hacen tras descubrir que su malestar psicológico no responde a estar “en el cuerpo equivocado”

A efectos oficiales, las cifras de arrepentidos serían pequeñas. Un sondeo realizado en 2015 por el National Center for Transgender Equality a casi 28.000 trans estadounidenses (también se preguntó en 2022, pero todavía no están listos los números) arrojó que el 8% había hecho la detransición. ¿Motivos para ello? La presión de los familiares (36%), lo mal que lo habían pasado en el proceso de reasignación (33%), el acoso, la dificultad para encontrar trabajo, etc. Solo un 2% dijo haberse echado atrás por razones médicas.

No concuerda esto último con los resultados de investigaciones menos interesadas. La profesora Elie Vandenbussche, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Kleve (Alemania), les preguntó a 237 detrans de varios países (Canadá, Australia, Brasil, México, Sudáfrica, etc.) las causas de haberse echado atrás. Por lo que les escuchó, lo que más había pesado en su decisión era haberse dado cuenta de que su DG estaba relacionada con factores ajenos a lo de estar “viviendo en un cuerpo equivocado” (70%), a lo que siguió la preocupación por las complicaciones de salud que les había originado la transición (62%) y por la nula ayuda que les había supuesto ese proceso para lidiar con la DG (50%).

Terapia de consecuencias irreversibles

Volvamos, pues, a situaciones como la de Chloe –menores con DG sometidos a terapias de reasignación–. En la 7ª edición de su Manual de Asistencia para personas con este trastorno, la Asociación Internacional de Salud Transexual (WPATH) reconoce que la tasa de persistencia de la DG en niños diagnosticados con esta condición no va más allá del 12%-27% de los casos en cuanto dejan atrás la adolescencia. En otras palabras: que a más del 70%-85% se les atenúa o desaparece la incomodidad respecto a su sexo biológico.

“Si el cerebro espera recibir esas hormonas en un momento determinado y no lo hace, ¿qué ocurre? No lo sabemos”

Ha sido el caso de Chloe. Su DG ha desaparecido, pero algunas huellas de los tratamientos hormonales y quirúrgicos no la abandonarán jamás. A la joven le ha quedado una voz varonil que la acompañará toda su vida, pero no es ese su mayor problema: no tiene certeza de que pueda llegar a concebir, y aunque el momento de comprobarlo quizás todavía demore, ahora mismo su salud está tocada, con problemas circulatorios y del aparato urinario

Lo interesante es que estos y otros peligros no son desconocidos por la comunidad médica, incluido el personal que participa en los procesos de reasignación. La psiquiatra Diane Chen y otros 23 expertos en endocrinología, neurodesarrollo, género, etc., precisaban en un artículo en 2020: “Es posible que los efectos [de los bloqueadores de la pubertad] no aparezcan durante varios años. Es probable que cualquier diferencia en la estructura cerebral (…) se observe con el tiempo, a largo plazo, en lugar de inmediatamente”. Y una de las firmantes, Sheri Berenbaum, confesaba posteriormente al New York Times: “Si el cerebro espera recibir esas hormonas en un momento determinado y no lo hace, ¿qué ocurre? No lo sabemos”.

Otros efectos, causados por las hormonas del sexo opuesto (testosterona, en el caso de Chloe), ya se encarga la propia WAPTH de enumerarlos: sangrado del estómago u otras partes del tracto digestivo, insuficiencia cardíaca, aumento de peso, alopecia androgénica, trastornos psiquiátricos, diabetes, esterilidad…

“Pero si tú estabas muy segura, muy segura”

Más allá del daño infligido a su organismo, el mayor problema de Chloe y de otros detrans es que los sistemas de salud no están preparados para atenderlos. Se suponía que la transición era una calle de un solo sentido, así que los expertos de salud mental que la han recetado y los endocrinos y cirujanos que la han aplicado están un poco estupefactos: no lo han visto venir.

Tampoco en España. Uno de los casos más notorios de detransición es el de Susana Domínguez, joven gallega de 21 años, que a los 18 años se sometió a una histerectomía y una mastectomía. Cuando, caída en la cuenta del error, acudió a los médicos que la habían tratado, una se lavó las manos –“pero si tú estabas muy segura; estabas muy segura”–, otro se puso a temblar y la echó de la consulta, y la endocrina le dijo que mejor continuara con la testosterona, no fuera a ser que le fuera peor.

No saben cómo dar marcha atrás, ni la frecuencia con que esto sucede. En su investigación “Transexualidad: transiciones, detransiciones y arrepentimientos en España” (2020), un equipo del Hospital Universitario Doctor Peset, de Valencia, afirma que la prevalencia real de la detransición “es desconocida y posiblemente está infravalorada”. “Respecto a la detransición con cirugías establecidas, no existen –admiten– protocolos de actuación. Dichos protocolos deberán ser implementados en futuras guías clínicas”.

Por su parte, la cirujana Sara Danker realizó en 2018 un sondeo a 46 colegas suyos que realizaban intervenciones de reasignación en instituciones de EE.UU. y Europa. De los consultados, 12 habían llevado de vuelta al salón a 60 trans arrepentidos, para tratar de recomponer de alguna manera los rasgos corporales originales. De la muestra total de médicos, el 88% echaba en falta la existencia de protocolos concretos de actuación para estos casos, por lo que esperaban que una nueva edición del Manual de Asistencia de la WPATH incluyeran un capítulo sobre detransición.

La 8ª edición (2022), en efecto, se ha metido en el tema, pero no aclara demasiado. Dice que la vuelta atrás es “proporcionalmente rara”, que así seguirá siendo con toda probabilidad, y que estos casos “no deben utilizarse como justificación para interrumpir la atención crítica y médicamente necesaria, incluidos los tratamientos hormonales y quirúrgicos, para la gran mayoría de los adultos” con DG.

Una experiencia aislante

El Manual alude al citado estudio de Elie Vandenbussche sobre detransición, y reconoce que “jóvenes adolescentes transexuales” pueden emprenderla, por lo que los profesionales sanitarios deben estar preparados, pues muchos de los arrepentidos “expresaron dificultades para encontrar ayuda durante su proceso de detransición e informaron de que fue una experiencia aislante, durante la cual no recibieron apoyo suficiente ni adecuado”.

Una ausencia de apoyo institucional a la que podría sumársele el acoso de individuos y grupos LGTB, tanto a los detrans como a quienes se interesan por investigar el asunto. Según Vandenbussche, entre las necesidades psicológicas expuestas por las personas detrans a las que consultó, estaba aprender a lidiar “con el rechazo de las comunidades LGTB y trans, y con el hecho de abandonar un grupo manipulador”.

No solo lo ha constatado la alemana. En Toronto, Kinnon MacKinnon, hombre trans que ejerce la docencia en una universidad local, asume que el tema de la detransición ha sido un tabú y, al interesarse en el fenómeno, ha recogido testimonios de amenazas de muerte a los arrepentidos por parte de miembros de la comunidad trans.

“No alcanzo a recordar –dijo en diciembre a Reuters– ningún otro ejemplo en el que no se te permita hablar sobre tus propias experiencias en materia sanitaria si los resultados no han sido positivos”. El mero hecho de investigar ha puesto a MacKinnon en la diana: “La transfobia disfrazada de opinión académica es la más venenosa de todas”, le advirtió en Twitter una usuaria que se identificó como una “trans tranquila”.

De momento parece más fácil –y menos peligroso– pasar de largo, hacer como que no existen… Pero están, y poco a poco, los detrans van saliendo de un asfixiante armario.

https://elcomun.es/2021/12/09/maria-detrans-la-transexualidad-se-ha-romantizado-de-manera-subjetiva-y-poco-realista/

QUAN ELS NENS DIUEN QUE SÓN TRANS

Hormones? Cirurgia? Les opcions són complicades i no hi ha respostes fàcils.

La claire és una noia de 14 anys amb els cabells castanys curts i un ampli somriure. Viu fora de Filadèlfia amb la seva mare i el seu pare, tots dos científics professionals. Claire pot semblar una introvertida, però s’obre ràpidament, i el que semblava timidesa es revela com una tranquil·la seguretat. Com molts nens de la seva edat, està una mica exagerada. Durant la nit que vaig passar amb la Claire i la seva mare, Heather, aquests no són els seus noms reals, van sorgir proves de teatre, guitarra i cançons. També vam parlar del fet que, fins fa poc, no estava segura de ser una noia.

Com poden els pares aconseguir els fills el suport que poden necessitar tenint en compte que l’adolescència és, per definició, un moment d’exploració de la identitat?

Molts d’aquests anomenats detransicionistes argumenten que la seva disfòria no va ser causada per un desajust profund entre la seva identitat de gènere i el seu cos, sinó per problemes de salut mental, traumes, misogínia social o alguna combinació d’aquests i altres factors. Diuen que van ser impulsats cap a les intervencions físiques de les hormones o la cirurgia per la pressió dels companys o per metges que van passar per alt altres possibles explicacions per a la seva angoixa.

Afirmar la cura és molt més humà que les filosofies més antigues. Però entra en conflicte, almenys una mica, amb el que sabem sobre la fluïdesa de la identitat de gènere en els joves.

“Però també em preocupa que en obrir les portes tindrem més adolescents que no es dediquen al treball reflexiu necessari per prendre decisions encertades, i que quan siguin més grans hi pugui haver més persones que diguin: “Oh, hmm, ara no n’estic segur”.

“No era una adolescent molt estable emocionalment”, em va dir quan vam parlar. . La transició oferia un “nivell de control sobre com em percebien”.

Les persones en transició que s’han pronunciat fins ara són majoritàriament persones a les quals se’ls va assignar una dona al néixer. Tradicionalment, la majoria dels nouvinguts a les clíniques de gènere juvenil eren homes; avui en dia, moltes clíniques informen que els nous pacients s’assignen majoritàriament dones.

Però l’existència d’una alta taxa de suïcidi entre les persones trans, una població que s’enfronta a casos elevats de sensellarisme, agressions sexuals i discriminació, no implica que sigui habitual que els joves es suïcidissin si no se’ls concedeix accés immediat als bloquejadors de la pubertat. o hormones. Els pares i els metges han de prendre decisions amb força rapidesa en determinades situacions. Quan els nens molt disfòrics s’acosten a la pubertat, per exemple, els bloquejadors poden ser una eina crucial per guanyar temps i, de vegades, hi ha una genuïna pressa per accedir-hi, sobretot a la vista de les llistes d’espera de moltes clíniques de gènere. Però els metges que vaig entrevistar van dir que poques vegades es troben amb situacions en què l’accés immediat a les hormones és la diferència entre el suïcidi i la supervivència.

https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2018/07/when-a-child-says-shes-trans/561749/

What kind of doctor amputates the breasts of a 12-year-old girl?

The deeper you dig in the dark warrens of adolescent transgender medicine, the more convinced you become that the doctors who operate on young girls are criminal or insane or both.

I know that sounds extreme. But how can a decent person read the bare statistics in a recent article in one of the world’s leading paediatrics journals without feeling rage?

A brief report from four doctors at Vanderbilt University, “Gender-Affirming Chest Reconstruction Among Transgender and Gender-Diverse Adolescents in the US From 2016 to 2019” appeared in JAMA Pediatrics earlier this week. It is “the largest investigation to date of gender-affirming chest reconstruction in a pediatric population” to date.

The researchers found that the incidence of “gender-affirming chest reconstruction” surgery for children under 18 – better known as double mastectomies or “top jobs” — increased by 389 percent between 2016 and 2019. (These “chest reconstructions” included some boys who presumably wanted breast implants – but these were only 1.4 percent.)

An estimated 1,130 “top jobs” were performed during those four years on girls as young as 12. What kind of doctor amputates the healthy breasts of a 12-year-old girl?

According to the data, based on the Nationwide Ambulatory Surgery Sample, the Vanderbilt doctors calculated that 5.5 percent of the children were under 14, 21.5 percent under 15, and 56 percent under 16.

It gets worse.

Through the distorted lens of the billion-dollar sex-reassignment surgery industry, “top jobs” might make sense as the last step in the gender-affirmation template. After a gender-dysphoric girl has experimented with living in a male body for months or years, she wants her chest to look masculine. She proceeds through the following steps:

  • I know I’m a boy in a girl’s body.
  • I need social affirmation.
  • I need puberty blockers.
  • I need cross-sex hormones.
  • I need a double mastectomy.

But according to the figures compiled by the Vanderbilt doctors, only 19.9 percent of these girls had hormone therapy before surgery. That means that the overwhelming majority of these young girls – 80.1 percent – had their breasts amputated without attempting to masculinise their bodies.

One of the leading American hospitals for transgender surgery, Boston Children’s Hospital, recommends that patients have hormone therapy first:

Surgery is never the first step in a gender transition. It is something that happens after you have already explored social and medical transition options. People who choose to undergo surgery usually do so after taking other steps in the gender affirmation process, such as taking supplemental hormones.

And the recently-released standards for transgender medicine specify that an adolescent should have had “at least 12 months of gender-affirming hormone therapy or longer, if required, to achieve the desired surgical result for gender-affirming procedures” (WPATH, section 6.12).

Amputation without hormone therapy makes no sense even in the Alice in Wonderland universe of transgender medicine. It is sheer mutilation. It is worse than prescribing liposuction for a 12-year-old suffering from anorexia nervosa. Or amputating limbs or severing spinal cords for people suffering from Body Integrity Identity Disorder. Where are the studies which show that “top jobs” alone will solve girls’ gender dysphoria?

Furthermore, more than a third of the girls had been diagnosed with anxiety or depression. (The study fails to mention autism, which is often implicated in gender dysphoria.) What kind of surgeon amputates the breasts of a mentally-ill teenager?

Every reassuring account of the “gender-affirmation journey” in the media or from the trans industry describes the multi-stage template. Now it turns out that this is a charade. The real story seems to be that girls as young as 12 who demand to be mutilated will find willing doctors.

The data in this study are already nearly three years old. How many more girls will be maimed for life by sociopathic surgeons before Americans wake up to this grotesque violation of human rights?

Por qué los hombres se suicidan más que las mujeres y qué tiene que ver con el machismo

En España, los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres, aunque los expertos alertan de que ellas lo intentan más; son muchos los factores que entran en juego, pero los estereotipos de género y los mandatos patriarcales también tienen que ver con estas cifras

Cuando el psicólogo Iñaki Lajud lanzó la pregunta en el grupo de hombres que dinamizaba, prácticamente todos levantaron la mano: “¿Quién ha pensado alguna vez en quitarse de en medio?”. El resultado sorprendió a los hombres, pero no al psicólogo. “Suele repetirse en los grupos en los que reflexionamos sobre cómo ha influido el machismo en nuestra forma de vida”, explica el profesional de la asociación Masculinidades Beta.

Los datos avalan esa mayoría de manos levantadas. En España, los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres, una tendencia generalizada en los países ricos, y que confirman los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Varios estudios muestran, no obstante, que las mujeres registran más intentos de suicido. Aunque en un fenómeno como este son muchos los factores que entran en juego, los estereotipos de género y los mandatos patriarcales también tienen que ver con estas cifras.

Los suicidios son tres veces más frecuentes entre los hombres

Evolución de la tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes en España por géneros

En 2021, 4.003 personas murieron por suicidio: 2.982 hombres y 1.021 mujeres. Los datos indican que hay 12,8 suicidios por cada 100.000 hombres y 4,2 por cada 100.000 mujeres. Desde 2019, los suicidios han aumentado, tanto en hombres como en mujeres, aunque la proporción y la diferencia entre sexos sigue siendo parecida. Aunque la extrema derecha ha utilizado estos datos como arma arrojadiza contra el feminismo, lo cierto es que el análisis de expertos concluye justo lo contrario: son precisamente los mandatos patriarcales los que influyen negativamente en la salud de los hombres (y también de las mujeres) y los que se suman como factor de riesgo del suicidio masculino.

La psicóloga experta en trastorno mental grave y especialista en suicidio Paula G. Valverde Fonseca subraya que el del suicidio es un fenómeno multifactorial en el que influyen muchas variables, desde factores genéticos a sociales y económicos: la existencia de traumas, discriminaciones, antecedentes familiares, trastornos mentales, dolor crónico, consumo de sustancias, situación financiera, abusos, existencia o no de red de apoyo…

Los datos e investigaciones, agrega la experta, apuntan en una doble dirección: “Los hombres fallecen más por suicidio, pero las mujeres lo intentan mucho más. Así que los hombres cometen intentos letales con más frecuencia que las mujeres”. Ese hecho, que las mujeres registran más intentos de suicidio, lo constatan diferentes estudios internacionales.

¿Cómo es posible, entonces, que los hombres mueran más por suicidio? Una explicación tiene que ver con los métodos: los hombres eligen formas más letales. “Son más eficaces a la hora de tomar la decisión. Existe una cuestión de género tanto en la eficacia como en los métodos elegidos: son métodos más letales, además, el haber meditado el plan hace más difícil el rescate. A veces, o el método falla o la persona es rescatada a tiempo y digamos que los hombres tienen eso más en cuenta, que no falle el método y que no les rescaten a tiempo”, apunta Valverde Fonseca. La autora del libro Prevenir el suicidio: una guía para ayudarte a ayudar (Almuzara) prefiere no especificar las diferentes metodologías utilizadas pero asegura que las formas elegidas por los hombres suelen implicar niveles más elevados de violencia.

El antropólogo mexicano Benno de Keijzer, especialista en salud y género, insiste en que las mujeres utilizan medios “no necesariamente letales”. Si bien cualquier suicidio puede ser considerado como una llamada de socorro, De Keijzer cree que esta diferencia puede indicar que en muchas mujeres el intento es más “una petición desesperada de ayuda”, mientras que los hombres “ni siquiera piden ayuda” y ejecutan con más violencia una decisión aun más meditada.

Las tasas de suicidio son más elevadas en los países bálticos

Tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes, entre hombres y mujeres, en cada país. Datos de 2017. No hay datos para los países en gris

La tormenta perfecta
El psicólogo de Masculinidades Beta Iñaki Lajud considera que, en el caso de los hombres, hay una mezcla de factores, algunos muy relacionados con la masculinidad tradicional, que terminan formando una “tormenta perfecta”. “Muchos hombres tienen intenciones suicidas en algún momento de sus vidas, durante periodos malos, pero luego no siempre llevan a cabo ese pensamiento, ni siquiera hay un intento. Pero ahí subyace una muy mala gestión emocional. Los hombres identificamos muy mal las emociones, no las detectamos, no las sabemos manejar… eso hace que haya estados que no identifiquemos como un problema”, asegura.

“Además –prosigue Lajud– tenemos la idea de que podemos solos. Para los hombres, pedir ayuda es un símbolo de debilidad, mostrar cómo nos sentimos es ponernos en un lugar de vulnerabilidad. Y para la masculinidad tradicional, la vulnerabilidad es debilidad”, apunta.

Según el estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD ‘La caja de la masculinidad’, “el tipo de posicionamiento frente a la masculinidad tiene un claro impacto sobre la salud mental”. El informe recoge que el 51,2% de las mujeres de entre 15 y 29 años afirma haber experimentado ideas suicidas alguna vez o con frecuencia, frente al 34,3% de los hombres de la misma edad.

También son más mujeres que hombres las que afirman haber sufrido algún tipo de problema psicológico o psiquiátrico en el último año. Sin embargo, el estudio muestra cómo, entre los hombres, el malestar psicológico y las ideas suicidas se incrementan en aquellos que se sitúan dentro de “la caja de la masculinidad”, esto es, dentro de los valores tradicionales que se le asocian. El porcentaje es mucho menor en aquellos que se sitúan más lejos de ese estereotipo.

Paula G. Valverde Fonseca constata que “la cuestión cultural” marca importantes diferencias: “Las mujeres estamos más acostumbradas a apoyarnos y comunicarnos para buscar soluciones mientras que parece que los hombres tienen que ser autosuficientes, desatendiendo incluso el sufrimiento psicológico. Para nosotras es más habitual buscar una solución en comunidad, en nuestra red de apoyo, o buscarla fuera, en psicología, psiquiatría, terapia ocupacional… Esta búsqueda de apoyo no se da tanto en los hombres, en buena parte por miedo a lo que van a pensar los demás”. Curiosamente, apunta la experta, las mujeres llegan en menor medida a los recursos de salud mental, como centros de día o de rehabilitación. Es decir, las mujeres buscan más ayuda, formal o informal, pero son derivadas en menor medida a determinados dispositivos.

“Por un lado, en los hombres influye la presión de que tienes que volver a ser productivo, recuperarte, seguir. Y, sin embargo, parece que las mujeres, socializadas para ser cuidadoras, no necesitan esa ayuda mientras sigan ‘sirviendo’ para cuidar a sus familias y mantener el hogar. Todo eso es un factor para la cronificación del sufrimiento de las mujeres, porque no están viendo sus necesidades atendidas, y un factor de riesgo para los hombres porque la urgencia para que vuelvan a ser productivos puede llegar a desatender la situación de vulnerabilidad en la que están”, explica la psicóloga. Esos estereotipos, apunta, influyen en quienes experimentan una situación de sufrimiento pero también en los profesionales que deciden a quién derivar a un recurso.

Los hombres se suicidan más en todo el mundo

Tasas de mortalidad por suicidio, por cada 100.000 habitantes, ajustados por grupos de edad. Se agrupan los países según su renta. Datos de 2017 o el último año anterior disponible

Más allá de quién llega a esos centros, la psicóloga pone en cuarentena el enfoque que muchas veces tienen los tratamientos y las intervenciones con personas que sufren. “A menudo se trabaja desde la funcionalidad, desde la recuperación de las funciones que te van a hacer útil para la sociedad, desde la vuelta al trabajo, pero no tanto desde la atención a las necesidades emocionales. La urgencia puede evitar que se trabajen herramientas de comprensión y comunicación, de acercamiento y proceso de las emociones, algo que seguramente muchos hombres necesiten. Es atender a la punta del iceberg”. Y atender solo la punta del iceberg puede empeorar o cronificar determinados estados mentales.

Amigos, pero no para hablar de sí mismos
La brecha de género en el suicidio se agranda con la edad. A partir de los 70 años, el impacto crece muy significativamente entre los hombres, y no así entre las mujeres. Entre los 80 y los 89 años, la tasa de suicidios es del 34,3 por cada 100.000 en los hombres y del 7,1 en las mujeres. Este aumento tan significativo de la diferencia podría estar relacionado con la red social con la que cada persona cuenta.

Las diferencias por género en los suicidios se acentúan con la edad

Tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes en España, por géneros y grupos de edad, en 2020:

El antropólogo Benno de Keijzer habla de “la caída del sistema” que tiene lugar para muchos hombres en la tercera edad. “El hombre jubilado se queda sin su lugar-identidad, muy centrada en lo laboral, y se queda sin proyecto porque no lo ha construido o preparado. Muchos regresan a casa a tiempo completo sin involucrarse en lo doméstico o en la crianza, como sí lo hacen las mujeres, jubiladas o no. También las mujeres logran construir más vínculos emocionales significativos y diversos que los hombres”, explica a elDiario.es. Los datos de suicidio , dice, muestran el impacto que llegan a tener “los mandatos de la masculinidad tradicional” para muchos hombres: “Ese tener que ser los fuertes, no poder pedir ayuda, no reconocer la vulnerabilidad, tener un concepto equivocado de autosuficiencia”.

El factor social es también una de las claves que menciona el psicólogo Iñaki Lajud: “Un gran mandato de la masculinidad es no hablar de nuestras emociones, es ser frío, la independencia. Eso nos da estatus”. Un hombre puede tener muchas amistades, pero ¿qué tipo de amistades? Contar con una red robusta tiene más que ver con la calidad que con la cantidad de relaciones.

“Puedes quedar para ver el fútbol o jugar al pádel y te vas luego a casa y no has hablado de ti o no sabes bien cómo está tu colega. Nosotros nos vinculamos más a través de las acciones y las mujeres a través de las palabras y de crear intimidad. Una mujer queda con sus amigas y hablan o incluso quedan para hablar, nosotros siempre tenemos una actividad por medio y en los silencios los temas que se suelen tratar son la política, los deportes, la tecnología, la música… pero no hablamos de nosotros mismos, de nuestros miedos, preocupación sentimientos”, afirma el psicólogo. Las conversaciones masculinas giran en torno al afuera y el interior se vuelve así un terreno menos explorado y, desde luego, mucho más difícil de compartir con los otros.

Cuando existe un sufrimiento o alguna patología, “el mandato de no pedir ayuda hace que vayamos cayendo en una espiral cada vez más compleja y sin salida, que incluye no buscar atención psicológica”, añade Benno de Keijzer. Iñaki Lajud subraya la importancia de la red social, “de tener a diferentes personas de diferentes ámbitos y momentos de la vida que nos puedan proporcionar cariño, escucha, alternativas.”. “Con compartir el dolor y pedir ayuda y dejar que nos ayuden se solucionarían muchas cosas”, agrega el psicólogo, que habla de la importancia de contar con una red que permita contrastar los malos pensamientos que pueden llegar a tenerse.

Paula G. Valverde Fonseca habla de otra de las diferencias de género que existen y que tiene que ver con las metodologías del suicidio: “Las mujeres pueden ser hasta cuidadosas, piensan en quién las va a descubrir, que no quieren molestar a nadie.. hasta en ese momento están cuidando. Los hombres sienten que tienen que hacerlo y lo hacen sin importar tanto esas circunstancias y eso tiene mucho que ver con la socialización de género”.

En cualquier caso, la experta recuerda que apenas se registran como suicidios una pequeña parte de los que en realidad lo son. Algunos accidentes o abandono de tratamientos también podrían responder a esa lógica, pero no se reconocen como tales en la estadística. Y eso, aventura, podría cambiar algunas de las cifras que conocemos.

https://www.eldiario.es/sociedad/hombres-suicidan-mujeres-ver-machismo_129_9806017.html

Sandra, transexual arrepentida: «Cambiar de género te convierte en un paciente enfermo de por vida»

Después de todo el dolor físico y mental por el que ha pasado, le parece deleznable que se lleve a cabo la polémica ley trans

andra Mercado nació varón, pero desde que tiene uso de razón le han gustado los hombres. En el pueblo donde nació en el 1986 todo el mundo era heterosexual, por lo que ella creció en un ambiente totalmente contrario a lo que ella sentía. Su madre siempre la apoyó y nunca le dio importancia. En cambio, su padre, que tenía problemas con el alcohol y las drogas y maltrataba a su mujer, nunca lo aceptó. Lo mismo pasaba con sus abuelos: cuando Sandra salía de casa vestida con los colores que se llevaban en los 90 –o las mechas tan características de la época– le decían «maricón, ¿dónde vas con eso de niñas?».

La cosa no solo era familiar. En el instituto, Sandra sufrió bullying por parte de los compañeros y de los profesores. De hecho, nunca terminó sus estudios. «Yo sufrí mucho la discriminación, todo el mundo me insultaba», explica a este medio.

Sandra vivía con miedo, le perseguían por las calles para darle palizas. Fue ahí, en la adolescencia cuando inconscientemente comenzó a interpretar muchas cosas. Como dejó los estudios en 3º de ESO, se desplazó a Barcelona a estudiar Arte Dramático para ser actor, pero comenzó a decaer. «Empiezas a avergonzarte de tu cuerpo y te avergüenzas de ser homosexual. Sentía que estaba cometiendo un delito», comenta.

Fue creciendo y comenzó a salir con amigos que no le convenían. Fue en ese momento cuando comenzó en el mundo de la noche, donde conoció la disforia de género: «Por mucho que yo llevaba ropa de chica, yo en el espejo veía un hombre y odiaba mi vello corporal al igual que algunas facciones».
Llegó un día que su madre decidió separarse de su padre y Sandra le dijo a su madre que era una mujer. En ese momento, le comentó los tratamientos hormonales que había –que anteriormente se lo habían comentado los transexuales que conoció en el mundo de la noche– y decidió comenzar su «mal llamado cambio de sexo». Para ello, lo primero que hizo fue acudir a un psicólogo, que al verle tan femenino y su voz le dio la razón. «Lo que yo denuncio a día de hoy es que cuando una persona con disforia consulta a un psicólogo o psiquiatra lo que hay que hacer es indagar en la raíz del problema que tiene esa persona, porque esa persona tiene disconformidad con su propio cuerpo, y no hay que empujarlo a mutilarse».
Como casi todos los transexuales, comenzó a hormonarse antes de tiempo: «Te decían qué tomar en la calle. Además, tuve que ejercer la prostitución para poder pagarme los tratamientos». Luego fue al endocrino, pero no consultaron a ningún profesional en salud mental y le dieron más hormonas. «Este endocrino privado me llevó un control durante un buen tiempo con estrógenos pinchados, me dio un andrógeno, que es un medicamento muy tóxico y que lo siguen recetando, ya que hoy es un medicamento que se usa para el cáncer de próstata». Tras los tratamientos, Sandra comenzó a experimentar efectos secundarios en su cuerpo que no eran habituales, empezó a estar montada en una montaña rusa de sentimientos de la que nadie le advirtió.
Cuando decidió hacerse una vaginoplastia solicitó cita en la Unidad de Género del Hospital Clínico de Barcelona. Durante las citas en el centro médico no profundizaron en nada relevante: «En el periodo de reflexión me preguntaron si me gustaba el rosa y si me vestía de chica o si en el sexo era activa o pasiva», relata Sandra. Aun así, decidió someterse a una vaginoplastia, intervención para la que había una lista de espera de seis años. «Yo tenía ansiedad, ataques de pánico, depresión, pero me sentía feliz porque creía que iba a cumplir mi sueño», cuenta. Era cuestión de tiempo.
Llegó la ansiada operación, pero una vez salió del quirófano, la realidad le golpeó muy fuerte. Tras varias semanas de dolores y de sufrimiento comenzó a dudar: «Todo esto es muy experimental. Me dieron documentos para firmar que no vi. Entre otras cosas, acepté sin saberlo que me grabasen haciéndome una vaginoplastia, que lo veo bien si es para seguir avanzando en la ciencia. Ahora, he recuperado todos los informes».

Cuando se realizó la operación, se dio cuenta de que había perdido muchísima sangre, pero no le dieron importancia. De hecho, tal y como comenta, lo tomaron todo con mucho secretismo, sin contarle nada. Los dolores cada vez eran mayores, tanto, que tuvieron que ponerle morfina y dos bolsas más de analgésicos que le hacían ver alucinaciones y acrecentaron sus ataques de ansiedad.

Varios años después, Sandra seguía experimentando dolores muy fuertes, tenía una inflamación de la uretra muy severa, pero el doctor solo le mandaba antiinflamatorios: «Tener problemas después de pasar tanto dolor, psicológicamente te machaca y acabas mal», explica Sandra. Le construyeron una vagina, pero nada estaba como le dijeron. Una vez más, le habían ocultado información. «Ahí me di cuenta de que éramos conejillos de indias, porque el doctor me dijo que estaban probando cosas nuevas», admite.

Tres años después, volvieron las complicaciones. Ella pensaba que tenía infección de orina, pero de nuevo, la falta de información le hacía errar. Comenzó a investigar por su cuenta y descubrió que lo que realmente le pasaba era que le habían dejado mal el suelo pélvico durante la intervención. Nadie le dijo nada y tuvo que descubrir por su cuenta algo por lo que va a tener que tratarse de por vida. «Cuando veo todo lo que me pasa y pienso que hay madres que se llevan a sus niños a que les den hormonas cruzadas, es una locura. Deben pensar en cómo estará ese hijo en 50 años, pero no psicológicamente, sino mentalmente», avisa Sandra, que sabe de lo que habla.

Toda está situación Sandra la ha plasmado en un libro llamado La estafa del transgenerismo quesaldrá a la venta a principios de noviembre. En él la autora cuenta su vida y como ha peleado y superado momentos para ser quién es hoy.

¡¡Atentas!! ¡¡Atentos!!
La estafa del transgenerismo
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Crítica a la ley trans
Después de todo el dolor físico y mental por el que ha pasado Sandra, le parece deleznable que la polémica ley trans llegue a su aprobación impulsada por el Ministerio de Igualdad, bajo las órdenes de Irene Montero.
«Es como si el Estado quisiera adueñarse de los menores para experimentar con ellos. Es terrible porque ese niño o niña necesita ayuda. Todos los que sufrimos disforia necesitamos ayuda de verdad. Y que la transición sea la última opción», anota Sandra.
«Tienen que investigar para salvar vidas, porque cambiar de género te convierte en un paciente enfermo de por vida». Sandra no quiere tomar hormonas de por vida, pero ya no tiene otra opción. A día de hoy, visita con regularidad a todo tipo de médicos. Sigue arrastrando las consecuencias de una operación de cuyas consecuencias no le informaron. En la actualidad le duelen el estómago y los intestinos: «Las hormonas femeninas me han dejado en el estómago como dispepsia o distensión. Me han dejado una hinchazón estomacal que ya es crónica», concluye.

https://www.eldebate.com/sociedad/20221022/te-convierte-en-un-paciente-enfermo-de-por-vida_67781.html


La “estafa” trans: “La transexualidad es homofobia, terapia de conversión para homosexuales”

Tras sufrir daños irreversibles, Sandra Mercado denuncia la “degradación de la transexualidad” que pretende Irene Montero y el “nuevo fascismo queer”.

Sandra Mercado, transexual | LD

Desde que la ministra de Igualdad, Irene Montero, anunció la llamada ley Trans, las feministas han venido denunciando que dicha normativa es literalmente “una aberración“. Sin embargo, no son las únicas. Aunque muchos no se atreven a alzar la voz, lo cierto es que cada vez son más los propios transexuales que la consideran “una locura”. Sandra Mercado es una de ellos. “La transexualidad es homofobia, terapia de conversión para homosexuales“, denuncia abiertamente.

Sandrita -como le gusta que la llamen- nació siendo un hombre. Y hoy, insiste, lo sigue siendo, a pesar de su apariencia de mujer. Hace unos años completó su transición con una vaginoplastia y, en contra de lo que esperaba y de lo que muchos le prometieron, su disforia no ha desparecido. Darse cuenta de la “estafa” de la transexualidad le hizo caer en un pozo muy hondo: “Es como si te hubieras hecho de una secta y, de repente, fueras consciente de ello. Para mí fue un shock el darme cuenta de la verdad de la transexualidad”.

Hoy, gracias a la ayuda de psicólogos y psiquiatras -abolicionistas del género, matiza- resurge de sus cenizas para mostrar al mundo esa verdad a través de su propia historia. Lo hace en su canal de Youtube y en esta charla con Libertad Digital, en la que denuncia “ese nuevo fascismo llamado queer, lleno de purpurina” por el que se ha dejado llevar la ministra de Igualdad y que, según dice, ha desembocado en una “degradación de la transexualidad“.

Nazismo, maltrato y acoso escolar

“Yo siempre tuve claro que era homosexual. En el colegio, yo me enamoraba de chicos, como mis amigas. Nunca he sentido atracción por las mujeres”, arranca su relato. No era lo único que tenía claro: “Ya en la guardería, siempre me fijaba en las profesoras con el pelo largo, en el maquillaje, en los tacones… Todo eso me fascinaba, pero no me hacía plantearme que fuera una niña, simplemente yo tenía esos gustos”.Me perseguían por la calle para intentar matarme, me hacían bullying en el colegio y hasta mi padre me llamaba ‘maricón’

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Sandra Mercado, cuando todavía era un niño

Sin embargo, todo aquello pronto empezó a ocasionarle graves problemas en el pueblo en el que vivía, un pequeño municipio situado a unos 40 kilómetros de Barcelona, donde se convirtió en el objetivo de uno de los tantos grupos neonazis de principios de los 90. “Me perseguían por la calle para intentar matarme, me hacían bullying en el colegio y hasta mi padre me llamaba ‘maricón’ -explica tratando de no dejarse llevar por el dolor de los recuerdos-. Me obligaba a jugar al fútbol, me decía que tenía que ser del Real Madrid, y yo todo eso lo odiaba. Yo solo quería barbies, me gustaba el color rosa… Pero esperaban que yo me comportara como un machote. No me dejaban expresarme como yo quería, porque a la mínima ya me decían que todo eso era de niñas”.

Su madre fue la única que trató de comprenderle: “Fue a hablar con las profesoras para preguntarles qué me pasaba y ellas le dijeron que no tenía ningún problema, que los juguetes no eran nada más que eso, juguetes, así que me compraba todas las muñecas que yo quería, pero me las escondía debajo de la cama para que mi padre no las viera”.

La ‘plumofobia’ y el origen de su disforia

Hoy, a sus 35 años, es consciente de que todo aquello fue el origen de su disforia. Y no sólo la homofobia, sino también la “plumofobia” que existe en la sociedad y a la que, según dice, contribuyen muchos homosexuales: “Yo siempre he sido muy amanerado, con muchísima pluma, era un niño con una voz muy femenina, gesticulaba mucho… Y cuando empiezas a sufrir discriminación y maltrato, todo eso poco a poco te empuja a querer pensar que eres una mujer porque piensas que, si encajas como mujer heterosexual, te van a dejar en paz”.Piensas que si encajas como mujer heterosexual, te van a dejar en paz

El punto de inflexión llegó en la adolescencia. “Empecé a tener disforia, pero yo creo que la disforia o dismorfia la sufrimos todos. La sociedad en la que vivimos nos hace crearnos complejos. Yo era un chico que tenía mucho vello en la cara y en el pecho, y que se metieran conmigo por eso también me hacía rechazar mi cuerpo, pero no creo que tenga que ver con la transexualidad -reflexiona dos décadas después-. Es como cuando las chicas gorditas o un niño que lleva gafas y tiene granos en la cara no le gusta verse así, pero porque nos han metido en la cabeza que eso es algo horrible”.

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Siempre ha sentido predilección por la ropa de mujer

Por aquel entonces, ya usaba ropa considerada de chica. “Iba al Bershka y me compraba mis pantalones de campana, mis plataformas…”, recuerda orgullosa. Sin embargo, cuando empezó a desarrollar su disforia pensó que aquello no era suficiente. “Seguía siendo un hombre, así que necesitaba un tratamiento hormonal”.

El inicio de la hormonación

Empezó a trabajar en bares y discotecas y conoció a muchos transexuales que le hicieron replantearse todo e iniciar la transición para tratar de convertirse así en una mujer: “De alguna manera, piensas que te vas a volver invisible, ya no eres ese maricón al que van a insultar o al que van a pegar. Hay muchas variables que pueden influir, pero en mi caso fue por culpa de la discriminación, el maltrato y los estereotipos sexistas”.Hay muchas variables que pueden influir, pero en mi caso fue por culpa de la discriminación, el maltrato y los estereotipos sexistas

Y así fue como inició el tratamiento hormonal de la mano de psicólogos que, según denuncia, nunca le dieron alternativa: “La disforia tiene un origen, una raíz, y nadie indagó en mi raíz. Simplemente me señalaron ese camino“. Aunque Sandra está convencida de que, si muchos profesionales no lo hacen, es por miedo. “No es que no quieran, es que la ley no les deja, porque si cuestionan el origen de tu disforia, pueden tener problemas”.

Al igual que a otros tantos jóvenes de la época, le dijeron que tenía “la mente de una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre”. Y ella se lo creyó a pies juntillas: “Llegué a pensar que, en el embarazo de mi madre, había habido algún problema y me había quedado a medias, porque todo me hacía ver que parecía una mujer y que, con unas cuantas hormonas y una cirugía, ya sería una mujer completa”.

El “infierno” de la vaginoplastia

En aquella época no existían las unidades de género en los hospitales, así que inició el tratamiento hormonal con un endocrino privado. Llegó a visitar al famoso cirujano Iván Mañero para hacerse la vaginoplastia, pero la operación que le ofrecía costaba entre 30.000 y 40.000 euros, así que decidió esperar. “La transexualidad es un negocio que mueve millones, no te imaginas hasta qué punto”, lamenta.La transexualidad es un negocio que mueve millones, no te imaginas hasta qué punto

En 2010, la Seguridad Social empezó a incluir la cirugía en su cartera de servicios y se apuntó en la lista de espera. Tardó cinco años en recibir una llamada, pero, en 2015, por fin le dieron cita con un psiquiatra para que valorase si era candidata a una vaginoplastia. “Lo único que hizo fue hacerme preguntas sexistas: si de pequeña jugaba con muñecas o con coches, si en el sexo era la pasiva o la activa… Y, claro, concluyó que era la candidata ideal, y como yo en aquella época tenía el sexismo muy interiorizado, pues también”.

Unos meses después, llegaría la primera consulta con el cirujano. “Lo único que me dijo fue que me quedaría poca profundidad. Solamente te dicen eso. No te explican nada, esconden las consecuencias a corto y a largo plazo”, denuncia Sandra, a la que aquella operación le ha ocasionado “daños irreversibles”.Tengo momentos mejores, momentos peores, pero es un daño que ya es irreversible

Sin entrar en muchos detalles, nos cuenta que la vaginoplastia es “una cirugía muy invasiva”, que “el postoperatorio es un infierno” y que, en muchos casos, como el suyo, el sufrimiento no termina ahí. Pasado un año y medio o dos años, le diagnosticaron una estenosis en la uretra. “Me daban antinflamatorios, pero llegó un momento en que casi no podía orinar. Imagínate los dolores que pasé”. Finalmente, la volvieron a operar. “Experimentaron conmigo”, denuncia. Y, aunque finalmente todo salió bien, los nervios del suelo pélvico le han quedado dañados para siempre. “Tengo momentos mejores, momentos peores, pero es un daño que ya es irreversible. Es como si tuviera una cistitis permanente”.

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Hoy, Sandra cuenta su experiencia en un canal de Youtube

Así, lo primero que Sandra reclama es transparencia: “Siempre he dicho que ojalá por lo menos hubieran sido honestos conmigo y me hubieran explicado los riesgos, porque si me los cuentan, te prometo que yo me lo hubiera pensado mejor”. Por eso, hoy se siente orgullosa de poder ayudar a otras personas a través de sus redes sociales: “Si una vez que escuchan mi historia quieren seguir adelante, que lo hagan, pero muchos se han puesto en contacto conmigo y me han dicho ‘gracias, porque gracias a tu testimonio, me lo he replanteado y no me hago la vaginoplastia. Me quedo con mi pene y me expreso, me visto y luzco como quiero’ “. De hecho, advierte de que incluso las hormonas pueden provocar daños irreversibles. En su caso, dispepsia estomacal o, lo que es lo mismo, una inflamación severa del estómago.

La “estafa” de la transexualidad

Sandra empezó a movilizarse en las redes sociales hace dos años, cuando descubrió que las cirugías no habían acabado con su disforia. Sin embargo, ha tenido que pasar unos meses alejada de todas las plataformas por el shock que le produjo entender cuál había sido la verdadera raíz de su problema: el sexismo. “Después de leer mucho, me di cuenta de que la transexualidad era una estafa, de que realmente somos homosexuales atormentados por estereotipos sexistas y que el único camino para poder superar la disforia o llevarla lo mejor posible es aceptarme tal y como soy”.Transexualidad es homofobia, terapia de conversión para homosexuales. Es querer heterosexualizar la homosexualidad

Hoy, trata de hacer ver a sus seguidores que muchos de los problemas que padecen se acabarían con la supresión de los estereotipos sexistas: olvidarse de que hay cosas de chicas y cosas de chicos, cosas que están bien vistas si tu apariencia física es la de una mujer y cosas que no. “Transexualidad es homofobia, terapia de conversión para homosexuales. Cuando escucho a transexuales decir ‘yo soy una mujer heterosexual’, es mentira. Primero, porque el sexo no se puede cambiar, porque es inmutable y segundo, porque sigue siendo el mismo varón homosexual. Es querer heterosexualizar la homosexualidad”.

La “degradación” de la ley trans

Reconoce que el asunto “es muy complejo”, pero, precisamente por eso, Sandra cree que no se puede despachar con una ley como la que promueve la ministra Montero: “La ley de 2007, que es cuando yo me hice el cambio de nombre, ya era maravillosa. Esto es una degradación de la transexualidad”. De hecho, incluso se queja del nombre de la propia ley. “Ahora todo es un paragua trans dentro del que cabe todo: hombres autoginefílicos, el fetichismo travesti, el tema de las drac… Es un borrado de las propias personas transexuales que sufrimos de disforia”, lamenta Sandra, mientras insiste en lo absurdo de promover cientos de géneros distintos. “¿Dónde quedan luego las estadísticas de la violencia de género?”, se pregunta indignada.

Además, Sandra advierte del peligro de la despatologización que promueve el Gobierno. “Ahora cualquier menor que quiera hormonas o bloqueadores, los tendrá y, por eso, a mi esta ley me da terror, me da muchísimo miedo”, confiesa tras entender que esa no ha sido la solución a sus problemas y que, sin embargo, ya no tiene marcha atrás. La misma indignación muestra por el limitado papel de los progenitores: “Si un padre o una madre se opone o le da a entender a su hijo que hay otras alternativas, le pueden quitar hasta la custodia“.Si una persona transexual no ni tiene ningún problema, ¿por qué la Seguridad Social le va a cubrir con hormonas y cirugía?

Y eso por no hablar de la contradicción que supone despatologizar la disforia, pero incluir los tratamientos dentro del sistema público de salud: “Si una persona transexual no ni tiene ningún problema, ¿por qué la Seguridad Social le va a cubrir con hormonas y cirugía? Es que esta ley no hay por donde cogerla, es absurda la mires por donde la mires”. De ahí que recomiende a lrene Montero que se preocupe “por las hembras biológicas de la especie humana, cosa que no hace, y luego, si quiere, que se preocupe por los verdaderos homosexuales que hemos sufrido homofobia, pero no por identidades ficticias”.

El “fascismo queer” y los menores

Es consciente de que su discurso es y será criticado por muchas personas que pensarán que ella no es una auténtica transexual. “¿Y por qué ahora ya no soy transexual? ¿Porque mi discurso ya no va con el suyo?”, se responde a sí misma. “Es que esto ya es una especie de nazismo. Lo queer es muy fascista”, sentencia sin renunciar a su verdad: “Las personas que piensan que estoy loca son personas transexuales que tienen el género muy interiorizado, y yo te estoy hablando de la raíz del problema y eso duele, porque la verdad duele”.

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Aunque aparentemente ya es una mujer, sigue sufriendo disforia

Sin embargo, a Sandra no le importa esta sobreexposición si con ella consigue evitar un arrepentimiento tardío, sobre todo cuando aquellos que emprenden el camino de la transición son menores de edad: “Estamos hablando de estereotipos sexistas que son reversibles, pero cuando los menores empiezan con los bloqueadores, hay cosas que son irreversibles“.

Por eso, el último mensaje de esta larga charla es para ellos: “A los menores que quieran iniciar la transición o se lo estén planteado, yo les diría que su biología es perfecta, que deberían aprender lo que es el sexismo y el género. Y si son muy muy pequeñitos, que los propios padres lo aprendan y eduquen a sus hijos a través de la aceptación de sus cuerpos. Si quieren lucir, vestirse y expresarse como quieran, que lo hagan, pero no por ello significa que son del sexo opuesto“.

https://www.libertaddigital.com/espana/politica/2022-02-12/la-estafa-trans-la-transexualidad-es-homofobia-terapia-de-conversion-para-homosexuales-6864361/

Fight the new drug

Fight the New Drug existeix per conscienciar sobre els efectes nocius de la pornografia utilitzant només ciència, fets i relats personals.

Dècades d’estudis d’institucions respectades han demostrat impactes significatius del consum de pornografia per a les persones, les relacions i la societat.

La majoria dels nens d’avui estan exposats a la pornografia als 13 anys, amb un 84,4% dels homes i un 57% de les dones d’entre 14 i 18 anys que han vist porno.

1 de cada 8 títols pornogràfics que es mostren als usuaris per primera vegada – a les pàgines d’inici de llocs pornogràfics – descriuen actes de violència sexual i almenys 1 de cada 3 vídeos pornogràfics mostra violència o agressió sexual.

Malgrat que la pornografia sigui ireal i tòxica, 1 de cada 4 adults joves la fa servir com la font més útil per aprendre a tenir sexe, i el 53% dels nens i el 39% de les noies creuen que la pornografia és una representació realista del sexe.

Les investigacions mostren que les persones que consumeixen pornografia tendeixen a estar menys satisfetes amb les seves relacions, menys compromeses amb la seva parella i accepten més les trampes.

La investigació amb intèrprets de pornografia actuals i anteriors suggereix que l’explotació i el tràfic són experiències habituals a la indústria del porno, i la pornografia es classifica com la tercera forma de tràfic més comuna, va informar The National Human Trafficking Hotline.

Debatem sobre el transgenerisme

“Una cosa no és justa pel fet de ser llei. Ha de ser llei perquè és justa.”
Montesquieu

En democràcia, les lleis es debaten al Parlament i, a més, se sotmeten a un debat social ampli i plural, lliure i sense coaccions, en el qual puguin expressar-se obertament tots els dubtes, imprecisions legislatives o perills que puguin, a criteri dels ciutadans, trobar-s’hi. Així ho hem fet sempre. Debatem a l’espai públic des de les lleis més especialitzades —el Codi Penal, els pressupostos o la llei orgànica del Poder Judicial— fins a les més innocents, com les que intenten millorar la nostra alimentació.

No els descobreixo res si els dic que hi ha una llei tramitant-se al Congrés que alguns pretenen aprovar per la via de l’emergència, gairebé d’amagatotis, sense un veritable procés d’esmenes i, per descomptat, sense debat públic. Però, no s’ha de debatre si la mera expressió del desig de “tota persona” pot forçar la “rectificació” de la menció registral del sexe al Registre Civil? Mirin que fins i tot els ingressos s’han de justificar per evitar el blanqueig o que cal presentar un empadronament per canviar el domicili. Que no s’ha de debatre que es reformi el Codi Civil per substituir les paraules pare mare per “progenitor gestant” i el terme vídua pel de “cònjuge supervivent gestant”? Sense entrar en altres qüestions, que n’hi ha, no podem debatre com se’ns redefineix per llei? No podem dissentir de l’hormonació de menors sense estar segurs que tenen disfòria de gènere? Em xoca quan fins i tot per a l’ibuprofèn de 600 mg cal indicació mèdica. I si només estan confosos per la seva pròpia transformació adolescent? No és digne de controvèrsia poder alienar la pàtria potestat si es qüestionen els autodiagnòstics dels fills? No podem considerar greument atemptatori contra les llibertats democràtiques que se sancioni a tot aquell que en el futur dissenteixi d’aquesta normativa?

És una barbàrie democràtica que es pretengui fer un canvi d’enginyeria social sense escoltar la societat a la qual també afecta, i de manera molt important, el contingut de la llei

El projecte de llei per a la igualtat real i efectiva de les persones trans i per a la garantia dels drets de les persones LGTBI no s’està debatent en totes les tertúlies no perquè no sigui rellevant o no contingui disposicions molt polèmiques, sinó perquè s’ha instaurat una espècie de policia del terror per la qual qui pretengui plantejar oposició o si més no dubtes és objecte de lapidació contemporània. Aquesta llei, amb un títol tan estrany, que esmenta dues vegades les persones transsexuals —la T de LGTBI ja les identifica, o és que trans és una cosa diferent de transgènere?— ha provocat linxaments digitals, insults, intents de cancel·lació de professionals de la psicologia i de la psiquiatria, d’activistes i de feministes amb dècades de lluita a l’esquena i, per descomptat, també de periodistes. Alguna cosa ha de passar. Les lleis no es fan amb fatxenderia ni amb amenaces velades ni amb envestides, les lleis es fan en democràcia amb debat i escoltant els experts i la sobirania popular.

Fins ara, moltes persones s’havien posat de perfil o havien expressat la seva opinió crítica amb el projecte de manera limitada. És ara, quan el Ministeri d’Igualtat i Podemos han posat la directa per forçar que la llei sigui promulgada abans que acabi l’any, “perquè així ens hem compromès amb el col·lectiu”, quan estan començant a sortir a la llum les àmplies oposicions de sectors del PSOE, de gran part del feminisme, de científics i de juristes unides a les d’altres partits de les cambres. Ahir Carla Antonelli es va donar de baixa de militància del PSOE, “pels retards en la llei trans”, i Podemos ha acusat el seu soci de retardar amb filibusterisme aquest projecte de llei i no descarta “que reobri el debat de l’autodeterminació de gènere”. Jo des d’aquí vull agrair-li que ho faci, que l’obri. I el projecte de llei el que consagra és de l’autodeterminació del sexe. No emboliquin amb les paraules.

Algunes de les esmenes que s’han presentat són molt pertinents. Per exemple, que a tota la llei es canviï “trans” per “transsexual”, i és que un prefix no és un concepte i el que sembla una simpàtica apòcope només és una forma d’intentar ocultar que la llei no parla només de transsexuals —que, insisteixo, ja van en la T de LGTBI— sinó de transgènere. Aquest salt no es pot intentar donar a l’esquena de la societat.

Jo tinc el meu parer. No comparteixo l’anomenada filosofia queer, que, segons la meva opinió, no resisteix una anàlisi filosòfica seriosa. Probablement, la meitat de la por d’expressar els dubtes sobre aquesta legislació per part de la població té a veure amb l’embolic conceptual i el neollenguatge amb què s’exposen tals teories. Sens dubte, com la gran majoria de la societat espanyola, estic a favor dels drets dels transsexuals i de tota una legislació, per cert ja existent però millorable, per a la seva plena integració en total igualtat en la societat actual i per a l’establiment de polítiques de discriminació positiva que ho assegurin. Però és que aquesta llei no va d’això o, almenys, tenim tot el dret a debatre si va de transsexuals, com volen fer veure els incauts, o de transgeneristes queer.

No es pot aprovar aquesta llei sense un debat profund i sense enganys. I com que un periodista no és sinó un transcodificador semàntic —trans- precedeix tantes coses!—, estava obligada a traduir alguns dels opacs misteris que oculta el text legislatiu.

En el fatigant “autodeterminació de gènere” s’amaga un sofisma. No és comprensible que autodeterminar-se com a català sigui impossible i per autodeterminar el sexe no calgui ni un justificant científic. És una barbàrie democràtica que es pretengui fer un canvi d’enginyeria social sense escoltar la societat, a la qual també afecta, i de manera molt important, el contingut de la llei.

I abans dels insults: l’únic que odio és que ens prenguin per ximples o per covards.

https://www.elnacional.cat/ca/opinio/debatem-transgenerisme-elisa-beni_902220_102.html